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Hidra Negra

HIDRA NEGRA

[Presentación] [Resumen] [Sobre el Autor][Frases Movilizadoras]
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Discusión 001:
Evaluando el Efecto Disolvente del Procedimiento/Veredicto Científico frente a la Dinámica Social de la Hidra Negra
(Una meditación sobre la "Humanidad")

"Conócete a ti mismo...Y así conocerás a Dios".
(Inscripción Templo de Apolo en Delfos).

Ф Resumen.-

Se evalúa una de las ideas de la ‘Humanidad’ (autor) vertida en su tratado de Sociología Trascendental, concerniente a la eficacia del veredicto científico para neutralizar la acción corruptora de las corporizaciones de la Hidra Negra. Para ello se acude al debate entre sendas propuestas de ciencia de cara a su manejo del “factor subjetivo” (y la toma de partido a priori), convenientemente enmarcadas en los moduladores existenciales usados por el autor. A resultas de lo procedido, se concluye que, si bien la Humanidad puede haber exagerado la ventana de oportunidad de la ciencia -pertinente a su objetivo declarado- en el modulador ‘es’, existe empero un fundamento trascendental (modulador ‘debiera ser’) para mantener su alineamiento con la idea de una ciencia (social) neutra, y su justi-aplicación (liberada de la Hidra Negra).

Ф Palabras Clave.-

Hidra Negra, ciencia, ciencia de estados específicos de consciencia, ideología, imparcialidad, falacia categorial, objetividad, paradigma, samadhi yóguico, valores.

Ф Desarrollo.-

Plantea la ‘Humanidad’ (autor): “Cuando los mitos y falacias ideológicas y dogmáticas sean derrumbados en su propio campo y con sus propias armas, con pruebas y argumentos científicos, históricos, sociales y psicológicos, y con los HECHOS mismos de la realidad viviente, con la VERDAD, entonces las astutas y sutiles deformaciones tendenciosas del Intelecto de la Hidra Negra no podrán ya manipular, sojuzgar o corromper la FUERZA del Sentimiento humano.” (HN. Pp. 351 – 352).

Nos interesa aquí evaluar la posibilidad abierta para dicha afirmación, o si se trata más bien de una aseveración nacida de un ánimo optimista y una visión no restringida de la ciencia y del ser humano (Cf. CV., en sección: Bibliografía).

Queremos, de entrada, provisionalmente, expresar nuestras dudas sobre la realización de este ideal (léase: utopía), y no hemos encontrado mejor manera de hacerlo que apoyándonos en otra autoría y otro libro. Remitimos, pues, a nuestro(a) amable lector(a) a la obra que lleva por título: “Más allá de Maquiavelo. Herramientas para afrontar conflictos”, de Roger Fisher, et. al.

En el capítulo 2 del referido libro, la cita-contraste es la siguiente: “La gente a menudo piensa que definir hechos objetivos resolverá una disputa. Cada bando en una disputa puede sostener que el otro causó el incidente o ambos bandos pueden estar reclamando derechos de propiedad sobre una tecnología industrial que uno de ellos utiliza: Israel y Siria pueden estar enfrentados por la soberanía de las alturas del Golán [;] Irán e Irak pueden estar en desacuerdo acerca de quién inició las hostilidades. En tales circunstancias, los que intentan resolver la disputa a menudo suponen que lo que necesitan son más datos fácticos. Miden las marcas de los neumáticos en el accidente o estudian el proceso industrial cuestionado. Examinan las características geográficas de las alturas del Golán o revisan cuidadosamente los acontecimientos militares.

“Sin embargo, en cada situación, la clave de la disputa no es la verdad objetiva sino lo que sucede en las mentes de las partes involucradas. Las expectativas, aunque no sean realistas, pueden provocar una guerra. Los hechos, aun cuando se los establezca correctamente, pueden no servir de nada para reducir un conflicto (…). Es improbable que la realidad objetiva sea la causa del problema ni la fuente de una solución.” (MAM. Pg. 41).

Y la ‘Humanidad’ ha señalado en otro lugar lo siguiente:

“TODOS los problemas sociales y humanos tienen su Causa fundamental en nuestro propio estado psicológico y moral, y la raíz del Mal está en TODOS y CADA UNO de nosotros” (HN. Pg. 35).

“…es necesario no engañarnos a nosotros mismos, porque la misma ambición nociva está presente, en mayor o menor grado, en CADA UNO DE NOSOTROS, acechando para manifestarse en diversas formas, burdas o sutiles, abiertas o encubiertas, individual o colectivamente. La corrupción de la moralidad social es el resultado colectivo de nuestra propia moralidad individual, y todos contribuimos a ella de alguna u otra manera, por comisión, omisión o inercia”. (HN. Pg. 40).

Luego, observamos que la Humanidad y Fisher et. al. ambos proyectados a las relaciones humanas, ya a escala local, nacional o internacional, están de acuerdo en atender prioritariamente el terreno mental de las partes; pero difieren entre sí en suponer la existencia de un factor dirimente, inambiguo (accesible, en principio, por la recta argumentación científicamente orientada y técnicamente implementada) que conduzca a una solución objetiva y definitiva del diferendo (primer autor); o bien, proponer que tal posibilidad es muy relativa o atípica, si no imposible (segundo autor).

A estas alturas conviene puntualizar que se está considerando la eficacia de la ciencia (veredicto científico) de cara a un contexto pragmático particular, uno que interactúa con los valores e intereses humanos, con el ‘Círculo Vital’, con la ‘Hidra Negra’. Sería conveniente, pues, partir analizando cuán liberada de la Hidra Negra está la ciencia misma (el ‘instrumento’) o, por lo menos, qué posibilidades tiene de despercudirse de ella.

Pero apliquemos primero esta moción a la ‘idea de ciencia’ que el autor de ‘la Hidra Negra’ tiene en mente cuando escribe. Afortunadamente, éste la ha explicitado en los términos que citamos a continuación:

El conocimiento científico “se halla en el Eslabón de la realidad objetiva, que se desplaza sobre las curvas de la ‘Espiral Evolutiva’ y, en su estado NATURAL –esto es, cuando no es manipulado para otros fines que no sean los netamente científicos y de servicio a la humanidad-, es aséptico de toda tendencia ideológica o dogmática. El conocimiento Científico, como producto de la percepción directa y del discernimiento puro, de la experimentación y la comprobación, es expresión de las Leyes Universales que rigen la evolución del universo, y naturalmente evoluciona y corrige sus posibles errores”. (HN. Pg. 65). [Cf. Nota 1].

Para la Humanidad, el estado óptimo del viviente humano (y aquí toma contacto, aunque sin explicitarlo, con el horizonte yóguico) es aquel en el que éste (representado por la consciencia) tiene acceso íntimo a la realidad, sin mediación del pensamiento (del yo), al que le corresponde fungir el triste rol de ‘cárcel de la consciencia’. Sin embargo, ya que para efectos prácticos en los planos que corrientemente actuamos no podemos dejar de pensar, luego el pensamiento científico es la forma más depurada de la que dispone.

“Es decir, que el pensamiento –aun el científico- nos separa siempre de la realidad existente en el presente. Pero, siendo científico, expresa las Leyes Universales que son INMUTABLES en el tiempo, y por lo tanto puede aplicarse en el discernimiento comprensivo de la realidad presente, lo cual no ocurre con el pensamiento psicológico, que por estar condicionado INTERPRETA la realidad según su propio condicionamiento” (HN. Pg. 172).

Como vemos, la ‘Humanidad’ no ‘ignora’ una falta de interactividad entre el interés científico y el extracientífico, pero “pareciera” resolverlo en el contorno y no en el intorno científico propiamente dicho. No se interroga sobre la participación de la hidra negra en la ‘cientogénesis’, su anidamiento en lo ‘quintaesencialmente’ científico: da por supuesta su ‘inmaculada concepción’. Que, ¿acaso el producto puede permanecer inmaculado de la impronta de su matriz? ─nos preguntamos.

Para apreciar mejor las razones de esta singular postura, tomaremos prestados algunos instrumentos conceptuales del autor.

En efecto, cuando la ‘Humanidad’ en el fragor de su análisis de la relación individuo-sociedad introduce las abstracciones teóricas ‘sociedad estática’ y ‘sociedad dinámica’, utiliza los moduladores que siguen: ‘como es’, ‘como se supone debería ser’ y ‘como debiera ser’. Tomaremos prestados estos mismos para aplicarlos al objeto ‘Ciencia’, según la propuesta de diversos autores, en un intento de discernir por que laberinto discurre nuestro autor.

La Ciencia:

- En su acepción ‘como-es’.-

Para un analista de la ciencia, ésta no sólo comprende la actividad científica y su producto, el conocimiento científico. Mario Bunge en ‘Vigencia de la Filosofía’, ha propuesto para el sistema de la ciencia un décuplo componencial integrado por: i).- la comunidad de investigadores, ii).- la sociedad, iii).- el dominio, iv).- los supuestos filosóficos, v).- el fondo formal, vi).- el fondo específico, vii).- la problemática, viii).- el fondo de conocimientos acumulado, ix).- los objetivos y x).- la metódica. Tenemos que considerar, pues, entre otros, a los científicos, sus instituciones y el fondo de la sociedad. Los sociólogos de la ciencia se vienen encargando de estos temas y ellos mejor que nadie podrían dar cuenta de la participación oculta de la Hidra Negra en las comunidades científicas, sus foros y, por descontado, su filtración por las venas abiertas del ‘inmaculado’ conocimiento científico. Un excelente panorama de esta temática la ofrece Evaristo Álvarez Muñoz en su ensayo intitulado ‘La Guerra de las Ciencias y la Tercera Cultura’, que recomendamos caramente [Cf. GCTC, en sección: Bibliografía].

Nuestra lectura del mencionado artículo nos permite afianzarnos en nuestra convicción de que la ciencia no consigue desprenderse totalmente de la subjetividad de sus actores y de las marcas sociales e ideológicas de sus agencias, no obstante disponer de los espacios/canales de diálogo/debate entre los científicos de una especialidad (monodisciplinarios), de varias ciencias (muti e interdisciplinarios), y entre estos con otras instituciones de la cultura y la sociedad (transdisciplinarios), lo que en teoría aseguraría la posibilidad y la efectividad de sus valores más caros: objetividad, imparcialidad.

Lo pondremos así: “Quiera o no quiera el investigador, sepa o no sepa el investigador, la Hidra Negra participa en las diversas etapas y productos del quehacer científico“

¿Cómo se explica esto?

Adam Schaff, en su libro ‘Historia y Verdad’ nos ilustra cómo el marxismo llamó la atención sobre el papel activo del sujeto de cara al conocimiento (allí donde el positivismo hacía ignorancia del asunto, bajo el supuesto de un sujeto cognoscente ‘pasivo’, ‘receptivo’ y ‘contemplativo’; y un ‘conocimiento-copia-mecánica’ de la realidad). Identificó una ‘mala subjetividad’ (aquella que deforma el conocimiento debido a factores como el interés, el deseo de engañar, etc.) y una ‘subjetividad buena’ (la que procede de la esencia del conocimiento vista como relación subjetivo-objetiva y del papel activo del sujeto en el proceso cognoscitivo); lo que le permitió re-definir la objetividad ya no en términos de eliminación total de la subjetividad, sino como diferencia entre la buena y mala subjetividad. Encontró que el modo de vérselas los científicos con la subjetividad (particularmente, la buena) eran las siguientes: i).- la negación, ii).- el bloqueo, iii).- la obstinación por eliminarla artificialmente y iv).- su admisión en la ciencia, condicionada a la comprensión de su papel ya que sólo con esta condición se puede reaccionar eficazmente contra las deformaciones potenciales y disciplinar en cierto modo el factor subjetivo del conocimiento.


- En su acepción ‘como-se-supone-debería-ser’.-

─ El marxismo adoptó la medida (iv) pero fue más lejos y desató polémica al plantearse el problema: ¿Cómo conciliar la exigencia de superar las influencias del factor subjetivo en el proceso social del conocimiento con el principio de una toma consciente de posición de clase en el estudio de los fenómenos sociales? La solución marxista puede expresarse en la siguiente prescripción:

“Si dentro de las condiciones del capitalismo queréis acceder al conocimiento objetivo cuando estudiáis realidades sociales debéis adoptar consecuentemente las posiciones de clase del proletariado”. (H&V. Pg. 297. Traducción nuestra).

Con la precaución (Schaff) de señalar que:

- No se afirma que esta vía lleve a la verdad absoluta.
- Sólo se pretende decir que las posiciones mencionadas constituyen un mejor punto de partida y una mejor perspectiva en la búsqueda de la verdad objetiva, relativa pero óptimamente íntegra, óptimamente completa con relación a un nivel dado del desarrollo del saber humano.
- No se le da al científico garantía alguna.
- Sólo se le da posibilidades de éxito.

O como lo pone Fernando Mires: “Para tales científicos, …, no hay ninguna contradicción entre abrazar amorosamente una ideología, es decir, comprometer la profesión con un proyecto ideológico, y al mismo tiempo proclamar a los cuatro vientos el ideal de objetividad científica”. (CRC. Pg. 155).

Este programa -el de comprometer la ciencia con un objetivo metahistórico (comunismo) y tomar partido por la clase proletaria-, que el marxismo asumiera orgánicamente, recibió las más certeras críticas y oposición porque deparaba a la ciencia el destino de la ideología.

─ A diferencia del positivismo, obtuso gnoseológicamente en su tratamiento de la subjetividad y los valores en el entorno del conocimiento científico (cuya crítica le valiera al marxismo puntos a su favor), Weber fue más agudo al introducir el fundamento de su ideal de una Ciencia neutra.

Cuando Weber reflexiona sobre la relación ‘ciencia – valores’, introduce los conceptos de ‘Wertbeziehung’ (referencia a valores) y ‘Wertfreiheit’ (desvinculación axiológica); aludiendo el primero a la imposibilidad de una ciencia sin presupuestos, a su dependencia de interpretaciones, cosmovisiones, ideas de valor, etc; y el segundo, a la exigencia de su depuración de juicios de valor y el evitamiento de agenciar la legitimación de posiciones ideológicas. Yolanda Ruano de la Fuente en su ‘Racionalidad y Consciencia Trágica’, lo cita así: “Las referencias valorativas son metodológicamente inevitables y, sin embargo, no son vinculantes objetivamente” (RCT. Pg. 33).

Para Weber, en la presentación de la citada autora, la función de la ciencia es estrictamente la de servir de “instrumento clarificador de la decisión práctica, decisión que sólo al individuo abandonado a sí mismo compete” (RCT. Pg. 35); o sea que, en Weber, la propuesta marxista sería no otra cosa que una aberración.

Ruano contextualiza y justifica a Weber:

“La tesis de la neutralidad axiológica de la ciencia da cuenta, en efecto, en claves lógico-metodológicas, de ese desgajamiento que la razón moderna experimenta y de la conciencia de los límites de la racionalidad práctico-valorativa. Weber insiste repetidamente en la correcta comprensión del imperativo de la neutralidad axiológica de la ciencia y en la delimitación precisa, por tanto, del objeto de buena parte de su obra metodológica. Lo que pretende en ella, como ya apuntábamos, es dejar claramente establecido que, a pesar de la sutil línea que separa las cuestiones empíricas de las valoraciones, si queremos preservar la específica dignidad de las esferas cognitiva y normativa, han de permanecer, por su propia naturaleza, radicalmente diferenciados “juicios científicos” y “asertos valorativos”. (RCT. Pg. 103).

Y Fernando Mires, por otra parte, clarifica la imagen de una ciencia neutra y su pertinencia, poniendo en correspondencia el proceso científico y el judicial.

“Por lo tanto, siguiendo la idea weberiana, el rol del cientista social se asemejaría más al de un juez que al de un abogado defensor o al del fiscal acusador. Estos últimos defienden a las partes en litigio. El juez, en cambio, ha de dictaminar de acuerdo con la ley por encima de las partes, evaluando la argumentación legal de cada una de ellas (CRC. Pg. 159)”.

Apresurándose en hacer la siguiente acotación necesaria: “…Weber nunca dijo que ser imparcial era exactamente lo mismo que no tener opiniones. Y es bueno hacer la diferencia, porque imaginar un científico social que no emite opiniones, es lo mismo que no imaginarlo, ya que una de las tareas fundamentales de la ciencia social es la emisión de opiniones”. (CRC. Pg. 161).

Y llegando por fin al quid del asunto, profiere: “Imparcialidad (…) no significa no emitir opiniones, sino que las opiniones emitidas deben resistir la comprobación que se desprende de la objetividad de los hechos”. (CRC. Pg. 161).

Hasta aquí, el ‘se-supone-debería-ser’ de la ciencia (“un tipo ideal”) se debate entre la visión de una ciencia comprometida, parcializada (Marxismo) y una ciencia que se resiste a comprometerse con y legitimar ideologías (Weber) o Hidras Negras (la Humanidad).

- La Ciencia en su acepción ‘como-debiera-ser’.-

Ken Wilber hace justicia a este requerimiento cuando, en su introducción al ensayo ‘Ojo a Ojo’, afirma lo siguiente: “Hoy en día se habla mucho de ‘paradigmas’, especialmente de paradigmas ‘nuevos y superiores’, una especie de ‘superteorías’, visiones globales del mundo que no sólo abarcan todas las ciencias físicas sino que incorporan el conocimiento superior que nos aporta la filosofía, la psicología y la religión místico-trascendental. De alcanzar tal visión habríamos logrado, por fin, algo realmente importante, un auténtico paradigma globalizador, una verdadera ‘teoría de campo unificado’ que englobe a la ciencia, la filosofía y la religión mística. En realidad, esto es, precisamente, lo que afirman hoy en día especialistas muy cualificados, sensatos y dotados, procedentes de muy diversos campos. Verdaderamente extraordinario”. (TOC. Pg. 11)

Una nueva ciencia iría a la par con un nuevo hombre. De un hombre nuevo premunido de la forma secular de hacer ciencia quizás debiera aplicarse la metáfora crística: ‘Vino nuevo en odres viejos’. La ‘Humanidad’, que se ha pronunciado sobre un ‘nuevo hombre’, guarda, empero, silencio sobre un ‘Nuevo Espíritu Científico’. Se limita a entrever un científico liberado de la Hidra Negra, en contacto directo con la ‘realidad’, que aplicaría la ciencia (¿qué forma de ciencia?-nos preguntamos) a posteriori.

Sin embargo, la ‘Humanidad’ podría interrogar a Wilber sobre los requisitos para la articulación de ese nuevo paradigma (y de esa nueva ciencia). ¿Se trataría acaso de una elaboración intelectual –visionaria, pero con todo, todavía mediatizada a priori por el pensamiento?

Si la respuesta a esa supuesta pregunta de la ‘Humanidad’ fuera afirmativa, luego, todavía nos encontraríamos en el territorio del anterior modulador: la Ciencia como ‘se- supone-debería-ser’. El presente modulador –‘la-ciencia-como-debiera-ser’- requeriría, si somos consecuentes con la ‘Humanidad’, de una ‘iluminación’ previa.

Como están planteadas las cosas da la impresión que sugerimos acá la ‘ciencia’ como creación de individuos particulares (los ‘esclarecidos’, los ‘iluminados’, los ‘liberados’), cuando lo que se estila a estas alturas del recorrido humano es visionarla como un quehacer colectivo. Sin ir muy lejos (aunque, pensando en voz alta, nadie nos podría denegar nuestro derecho a visionar ‘comunidades científicas’ de ‘otro nivel’, siempre que no caigamos en la ilusión de la falacia categorial que nos advierte, en otra parte, Wilber. [Ver nota 2]), quien podría ayudarnos es el Dr. Charles Tart. A él debemos la propuesta de construir ‘ciencias de estados específicos de conciencia’.

Para un acceso intuitivo a esta propuesta, convendría recordar la contribución de los chamanes que cooperan con los investigadores de farmacia y medicina, entrando en trance y aportándoles información valiosa sobre las plantas, que luego ellos estudiarán en el laboratorio y la clínica.

Para un acceso intuitivo a esta propuesta, convendría recordar la contribución de Charles Webster Leadbeater que, de modo clarividente, accesa a la microestructura de la materia, reportando lo que ha dado en llamarse en la literatura teosófica la ‘Química Oculta’, y que posteriormente ha recibido reivindicación a su plausibilidad científica por parte de científicos como el Dr. Stephen Phillips.

Para un acceso intuitivo a esta propuesta, convendría recordar a Paramahansa Yogananda, cuando haciendo uso de un procedimiento yóguico, se conecta y sintoniza su mente con la de la estigmatizada Teresa Neumann y vive cosubjetivamente la experiencia de la pasión y muerte de Cristo en la Cruz.

Pero como los accesos intuitivos no bastan, Tart funda la posibilidad de estas ‘ciencias de estados específicos’ capitalizando la analogía entre los ‘estados de consciencia’ y los ‘paradigmas’ y sugiriendo la competencia del método científico (tomado en sus rasgos esenciales, por encima de las restricciones del materialismo) para abordar los fenómenos que produzcan o reflejen aquellos.

Estas ciencias tendrían por objeto la exploración -desde las posibilidades perceptuales/cognoscitivas de un estado de conciencia (alterado) común a los estudiosos o, alternativamente, desde distintos estados-, de i).- los fenómenos internos de dicho(s) estado(s) y ii).- la lectura de fenómenos naturales y sociales (vg. los temas que interesan a Fisher) tal como se aprecian desde ellos. [Cf. Nota 2]

Lo que interesa acá, en consecuencia con lo que venimos desarrollando, es que estas ciencias no son ‘nuevas máscaras de la religión’ (ni de las ideologías, añadimos) puesto que si bien “todas las religiones que conocemos podrían ser definidas como tecnologías específicas de los estados puestos al servicio de un sistema de creencias a priori”, lo cierto es que “el científico se compromete a reexaminar constantemente su propio sistema de creencias y a cuestionar lo obvio pese a todo el atractivo intelectual o emocional que pueda tener para él”. (Cf. Charles Tart, en MAE. Pp. 323, 324).

El compromiso declarado se vehiculizaría en el ajuste de estas investigaciones a las reglas esenciales del método científico que, según Tart, son: i).- Buenas observaciones, ii).- naturaleza pública de la observación, iii).- necesidad de que la teorización sea lógica y iv).- que la teoría sea puesta a prueba por consecuencias observables.

Este planteamiento nos expone a la apriorística oposición escéptica, que no sabe otra cosa que demandar pruebas fisicalistas, y que podemos sortear canalizando el dictum de Wilber. Profiere, el autor:

“No debe adueñarse de nosotros el pánico cuando alguien nos pregunta dónde está nuestra demostración empírica de la trascendencia. Para responder a esa petición explicamos simplemente los métodos instrumentales que hemos utilizado para lograr nuestro conocimiento y le invitamos a que lo verifique personalmente. Si así lo hace y consigue un adecuado manejo del aspecto perceptivo, entonces esa persona estará capacitada para llegar a formar parte de aquellos que han adiestrado sus ojos para contemplar el ámbito de lo trascendente. Antes de ese momento, una persona está incapacitada para formarse una opinión sobre asuntos trascendentales y, en tal caso, a fin de cuentas no tenemos más obligación de darle explicaciones que las que pueda dar un físico a alguien que se niega a aprender matemáticas” (TOC. Pp. 55-56).

Entonces, la propuesta de Charles Tart sobre ciencias de estados específicos de conciencia nos parece, en principio, viable.

A muchos afectos de las Ciencias Sociales, pero ajenos al Yoga, les parecerá que la ‘Humanidad’ incurre en ingenuidad filosófica. No lo creemos de ese modo, pues la ‘Humanidad’ piensa en clave de analogía y, por ende, no le resultará extraño que, así como la persona a través del conocimiento de sí misma se libera de la Hidra Negra, así también, la ciencia, a través del conocimiento de sí misma ejercida por sus agentes, se libera de la propia hidra. El tema de fondo es determinar en qué consiste este ‘conocimiento de sí mismo’ científico; y si basta para ello la discursividad científica (fundamentada en la teoría, el método y el factum) y las habituales reflexiones metacientíficas y epistemológicas (la función de la crítica); o si se requiere un ‘plus’.

Así como el conocimiento científico ‘corrige’ las ilusiones del sentido común y los condicionamientos ideológicos; así también, la discursividad científica y epistemológica ‘corrige’ las ilusiones científicas y cientificistas. Más aún, todos los niveles (basal – lenguaje - metalenguajes) se verán favorecidos (corregidos) con la iluminación del objeto X a la luz de los reflectores de las ciencias de estados específicos de consciencia [Cf. nota 2], máxime, de tratarse de un samadhi yóguico [Cf. nota 3] que integra en una unidad al conocedor, el objeto de conocimiento y el conocimiento mismo.

Luego, es probable que la ‘Humanidad’, en su concepción de ciencia, haya vislumbrado tanto la operancia de la maquinaria de corrección ascendente (que procede de la discursividad), como la descendente (que procede de la liberación del pensamiento del yo, el acceso a otros niveles de conciencia y de la ciencia que se practica en ellos). Luego, tendría que haber dejado un lugar a la figura de la ‘neutralidad axiológica’ (científico y ciencia liberados de la ‘Hidra Negra’).

Por eso dice:

“El Conocimiento científico de las Leyes Universales que rigen el movimiento dialéctico existencial de la realidad y de la Conciencia, no ha de actuar A PRIORI de la autopercepción interna, sino A POSTERIORI de ella. Entonces el conocimiento deja de ser teoría nemotécnica mecánicamente aplicada, para ser expresión pura de la realidad que se percibe directamente, sin la interferencia de los pensamientos del ‘Yo’, condicionados por la experiencia”. (HN. Pg. 56). Y,

“La Consciencia, libre de pensamiento, percibe la realidad directamente, y luego, al expresarla en pensamiento, descubre que ella se desarrolla siguiendo la ‘Fuerza Directriz’ Arquetípica Septenaria, bajo la acción rectora de esas Leyes Universales, y establece así la correspondencia entre la Realidad y la Ciencia, entre el eterno presente y las Leyes Inmutables que rigen su movimiento dialéctico” (HN. Pg. 114).

Hasta acá, hemos fundado la posibilidad de un conocimiento científico y una aplicación de la ciencia liberados de la Hidra Negra y, por lo tanto, competente para ejercer un rol arbitral. Pero otra cosa muy distinta es que su veredicto sea admitido vinculante por las partes que, se entiende, no necesariamente se habrán liberado de la Hidra Negra.


Ф Conclusiones.-

1.- La ciencia como construcción humana no puede desprenderse de la trama evolutiva de la humanidad. La transformación paradigmática de la ciencia no sólo es función de las tensiones de su lógica interna amén de los condicionamientos y determinismos sociales. Dependerá también de la evolución (transmutación) del viviente humano.

2.- Las categorías moduladoras ‘como es’, ‘como se supone debería ser’ y ‘como debiera ser’ aplicadas a la ciencia resultan ser instrumentos útiles para el tamizaje de las propuestas canónicas; pero su uso óptimo requiere explicitar la ‘autoridad perdida’ (el ‘según-quién’ y ‘con-qué-fundamentos’) subyacente.

3.- Las propuestas de una ‘ciencia que toma partido’ y una ‘ciencia neutra’ son posibilidades lógicas (parciales) para la lógica de desarrollo de la ciencia, teniendo sus respectivos fuerzas y debilidades. Se requiere de una propuesta que las relacione e integre orgánicamente.

4.- El peso dirimente del ‘veredicto científico’ de la ‘Humanidad’ (autor) es, si no insostenible, sí un caso límite, desde el escenario del ‘es’ aplicado a los grupos humanos partidizados (sujetos a la hidra negra); teniendo su oportunidad en el escenario del ‘debería ser’. A este respecto, creemos mejor ubicado el discurso de Fisher en su propuesta de mediación y arbitraje.

5.- Creemos entender, finalmente, que si la ‘Humanidad’ no se ha desprendido del ‘mito’ (calificado así desde la perspectiva ‘dominante’ y ‘contestataria’ de las ciencias sociales) de la ‘Neutralidad de la Ciencia’ (perspectiva ‘minoritaria’ y ‘reaccionaria’), es porque visiona su necesidad y su posibilidad a partir de un estado especial de la consciencia (Consciencia del Ser) consistente en el ‘contacto-directo-con-la-realidad-sin-mediación-del-pensamiento-del-yo’, tal como sería capitalizada por los yoghis de vocación cognoscitiva/gnoseológica.

Ф Notas.-

1.- La Humanidad, sensu stricto, no se refiere explícitamente a la ciencia social, sino a la ciencia considerada en abstracto.

2.- En su ensayo ‘Ojo a Ojo’, Wilber desarrolla el apartado ‘los tres ojos del alma’, en el que distingue el ‘ojo de la carne’, el ‘ojo de la mente’ y el ‘ojo de la contemplación’ con sus respectivos alcances. Esto le permitirá más adelante advertir a los científicos, los filósofos y los religiosos sobre la propensión a cometer el llamado error categorial consistente en el “intento de un ojo de usurpar el papel de los otros dos” (TOC. Pg. 18).

3.- El samadhi yóguico alude tanto a un momento de una técnica (samyama) como a un espectro de estados de consciencia-(in)sistencia de orden superior. No se trata de un estado de consciencia específico. De allí sus denominaciones: sabikalpa, nirvikalpa, samprajnata, asamprajnata, etc. El samadhi yóguico puede recibir lecturas místicas, gnoseológicas y ocultistas. Aquí estamos apelando a su faceta cognoscitiva: conocimiento directo de la realidad, sin pretender degradarlo o descarrilar su comprensión (aprehensión mental), que ya de por sí es complicada. La maestría del samadhi (en plural) conduce al Kaivalya o Liberación. (Nota de Urania Scenia).

Eduardo Mendoza M

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http://redalyc.uaemex.mx/pdf/101/10101902.pdf

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(Particularmente: Ensayo de Charles Tart:
La Ciencia, Estados de Conciencia y Ciencia de los Estados Específicos).

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