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Urania, la Musa Celeste
URANIA

TERCERA PARTE
CIELO Y TIERRA

IV. EL CENTRO DE GRAVEDAD DEL UNIVERSO - FUERZA


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[Data de Fuente & Traducción]

 

*** El recuerdo de Urania y el viaje celeste en el que me había llevado, y de las verdades que me había ayudado a intuir, la historia de Spero y sus investigaciones sobre el sistema del Universo, su aparición y su relato de otro mundo - todas estas cosas ocuparon mis pensamientos, y permanecieron constantemente ante mí esos problemas que hasta ahora sólo hemos logrado parcialmente resolver. Sentí que gradualmente había obtenido una percepción más clara de la verdad, y que el Universo visible no es por cierto sino una apariencia bajo la cual debemos buscar la realidad.

*** Todo no es sino una ilusión de los sentidos. La Tierra no es lo que nos parece, la Naturaleza no es lo que pensamos que es.

*** En el Universo físico mismo, ¿dónde está el centro de gravedad, el punto en el cual la creación material está en equilibrio?

*** La impresión simple y directa que recibimos de la observación de la naturaleza, es que habitamos la superficie de un globo sólido y estable colocado en el centro del Universo. Largos siglos de estudio, y una audacia en especulación científica bordeando la temeridad, fueron necesarios para liberar las mentes de la humanidad de su impresión natural, y capacitarlas para comprender que la Tierra, en la cual vivimos, está suspendida sin soporte en el espacio, y gira a velocidad alrededor de su propio eje y alrededor del Sol. Pero por edades anteriores a la investigación científica, para los pueblos primitivos, y para las tres cuartas partes de la raza humana hoy, nuestros pies descansan en la tierra sólida, fija inamovible debajo de los cielos, sus cimientos descansan en la eternidad.

*** Desde la hora, sin embargo, en la que fue establecido más allá de toda duda que es el Sol el que se eleva y pone cada día, y que las estrellas y las constelaciones giran alrededor de la Tierra, los hombres fueron compelidos a aceptar como una verdad incontrovertible el hecho que debajo de la Tierra hay el espacio necesario para que las estrellas se muevan, desde su elevación hasta su puesta. Este primer paso en el conocimiento fue de importancia capital. La admisión de que la Tierra se mueve en el espacio fue el primer gran triunfo de los astrónomos. Éste fue no sólo el primero, sino el paso más difícil. ¡Barrer los cimientos del Universo! Tal pensamiento nunca pudo habérsele ocurrido a alguna mente de no haber sido por los resultados de la investigación astronómica, conducida bajo condiciones favorables. Bajo un cielo perpetuamente nublado la vieja idea habría permanecido fija al suelo terrestre como la ostra a su lecho.

*** Una vez comprobado que la Tierra se movía en el espacio, se tomó el primer paso. Antes de esta revolución en el conocimiento astronómico, cuya importancia filosófica es igual a su valor científico, cada forma imaginable había sido dada a nuestra morada sublunar. Al principio la Tierra había sido considerada como una isla emergiendo del seno de un mar sin costa ni playa, y descansando sobre cimientos tendidos en las profundidades del espacio infinito. Luego se creyó que la Tierra, con sus océanos y mares, tenía la forma de un disco plano, circular, en cuyo margen descansaba la bóveda del firmamento. Más tarde se supuso que era un cubo, un cilindro, un poliedro. El progreso hecho en conocimiento náutico, sin embargo, estableció al fin el hecho que la Tierra era una esfera, y cuando fue probado, fuera de toda duda, estar rodeada por todos los lados por el espacio, su forma esférica fue aceptada como un corolario natural del movimiento de la Tierra, y de la revolución de los cuerpos celestes alrededor de un globo que se supuso estar al centro.

*** Una vez sabido que el globo terrestre estaba rodeado por todos lados por el espacio, no fue difícil ponerlo en movimiento. Previo a este tiempo, cuando el cielo era considerado como una vasta cúpula, cubriendo un llano de extensión ilimitada, habría parecido tan absurdo suponer que la Tierra se movía, como habría sido imposible probar el hecho de su hacerlo así. Pero desde el momento en el cual la concebimos como un globo, girando entre los cuerpos celestes, la idea de que este globo podría girar sobre sí mismo, y así ahorrar al Universo entero el problema de performar esa diaria operación, naturalmente se les ocurriría a las mentes de los pensadores. Y de hecho encontramos indicios de esta teoría de la rotación diurna de la Tierra entre los escritos de las civilizaciones más antiguas - los griegos, los egipcios, los indios, y otros. Sólo es necesario leer unos capítulos de Ptolomeo, Plutarco o Surya-Siddhanta para convencerse de esto.

*** Pero la nueva hipótesis, aunque el camino le había sido preparado por la antigua, no era menos atrevida y opuesta al sentimiento innato de la humanidad de la realidad del mundo aparente. Los pensadores de la humanidad fueron compelidos a esperar hasta el siglo dieciséis de nuestra era, o más bien hasta el siglo diecisiete, para conocer la verdadera posición de nuestro planeta en nuestro Universo, y conocer por prueba incontrovertible que ésta se mueve con un movimiento doble, sobre sí mismo diariamente, y anualmente alrededor del Sol.

*** Datando sólo desde esta época, la época de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton, la Astronomía ha existido como ciencia.

*** Esto, sin embargo, era sólo un principio, porque el gran resucitador del sistema del mundo no tenía conocimiento de los otros movimientos de la Tierra, ni de las distancias de las estrellas. No fue hasta nuestra propia época que las distancias de los planetas fueron computadas, y es sólo en nuestro propio día que los descubrimientos astronómicos nos han permitido los datos necesarios para permitirnos formar alguna concepción de las fuerzas que mantienen la creación en equilibrio.

*** La vieja idea que la Tierra descansaba en cimientos extendidos en la inmensidad, no podía, es obvio, ser totalmente satisfactoria para mentes serias que buscaban un conocimiento de la verdad. Es absolutamente imposible para nosotros formarnos un concepto de una columna material del mismo diámetro como el de la Tierra, que debiera alcanzar el espacio infinito, del mismo modo como sería imposible concebir la existencia de un bastón que no deba tener sino un extremo. No importa cuán lejos nuestro pensamiento pueda descender hacia la base de este pilar material, debe llegar un punto donde el cabo de éste va a encontrarse. La astronomía ha buscado obviar la dificultad materializando la esfera celeste, y colocando el mundo dentro de ésta, ocupando su parte inferior. Pero de una parte, el movimiento de las estrellas así llega a ser difícil de probar; y de la otra, el universo material, cerrado completamente en este inmenso globo de cristal, estaba él mismo soportado por nada, dado que el espacio debe extenderse alrededor de éste por todos lados, tanto arriba como abajo. La primera cosa que hicieron los hombres de ciencia fue liberar sus mentes de la vulgar idea de peso.

*** Flotando en el espacio, como el globo de un niño flota en el aire -pero todavía más impotentemente, dado que el globo es llevado por corrientes atmosféricas, mientras las esferas se mueven en el vacío- la Tierra es el juego de las fuerzas cósmicas invisibles a las que obedece - una verdadera pompa de jabón soplada a la redonda por cada respiración. Podemos convencernos fácilmente de esto si tomáramos una mirada a sus once movimientos principales. Quizás ellos nos ayudarán a encontrar ese centro de gravedad, que es la ambición de los astrónomos descubrir.

*** Moviéndose alrededor del Sol a una distancia de noventicinco millones de millas de éste, y performando, a esta distancia, su revolución anual alrededor de ese cuerpo celeste, ella se mueve consiguientemente a una velocidad de 19 229 000 millas por día, u ochocientos cuatro mil millas por hora, u ochentinueve mil pies por segundo. Esta velocidad es once veces más grande que la de un relámpago fugaz que se mueve a un ratio de sesenta millas por hora. Es una bala de cañón que se mueve con una velocidad setenticinco veces más grande que la de una concha - que se mueve incesantemente sin alcanzar alguna vez su objetivo. En trescientos sesenticinco días, seis horas, nueve minutos y diez segundos, la bala terrestre ha retornado al mismo punto en su órbita, relativamente al Sol, desde la cual inició, para empezar de nuevo su curso. El Sol, por su parte, se mueve en el espacio, siguiendo oblicuamente el movimiento anual de la Tierra, dirigiendo su curso hacia la constelación Hércules. De esto se sigue que, en vez de describir un círculo, la Tierra describe una espiral, y, desde su creación, nunca ha pasado dos veces a través del mismo punto en el espacio. Para su movimiento de revolución anual alrededor del Sol, entonces, se añade una segunda atracción, la del Sol mismo, que la arrastra, junto con todo el sistema solar, en una dirección oblícua hacia la constelación de Hércules.

*** Mientras tanto, nuestro pequeño globo gira sobre su eje en veinticuatro horas, produciendo la sucesión de días y noches. Así tenemos un tercer movimiento, su revolución diaria.

*** Ella no gira sobre su eje verticalmente, como un trompo zumbador rueda alrededor de una mesa, sino inclinada, como todos saben, en un ángulo de 27º 27'. Y esta inclinación no siempre es la misma; varía de año a año, de siglo a siglo, oscilando lentamente por períodos seculares. Aquí tenemos una cuarta especie de movimiento.

*** La órbita en la cual la Tierra se mueve anualmente alrededor del Sol no es circular, sino elíptica. Esta elipse varía de año a año, de siglo a siglo; a veces es casi circular; a veces marcadamente excéntrica. Es como un aro elástico más o menos salido de forma. Ésta es una quinta variedad de los movimientos de la Tierra.

*** Pero esta elipse no es un camino fijo en el espacio sino que da la vuelta sobre su propio eje en un período de veintiún mil años. El perihelio, que al principio de nuestra era estaba a 65 grados de longitud, estimado desde el equinoccio de primavera, está ahora a 101 grados. Esta alteración, cada cien años, de la línea de las ábsides, hace una sexta complicación en los movimientos de nuestro planeta.

*** Aquí está una séptima. Acabamos de decir que nuestro globo se mueve, no verticalmente, sino con una inclinación en su eje, y todos saben que la prolongación imaginaria de esta línea terminaría en la estrella Norte. Pero este eje mismo no está fijo, hace una revolución en 25 765 años, preservando una inclinación de 22 a 24 grados; para que su prolongación en la esfera celeste describa, alrededor del polo de la eclíptica, un círculo de 44 a 48 grados de diámetro, de acuerdo a los períodos. Es debido a esta alteración del polo que Vega en doce mil años, será la estrella norte, como lo fue hace catorce mil años. Séptima especie de movimiento.

*** Un octavo movimiento, debido a la acción de la luna sobre las regiones ecuatoriales de la Tierra, esa de nutación, hace que el polo del ecuador describa una pequeña elipse, en 18 años y 8 meses.

*** Un noveno movimiento, debido también a la atracción lunar, incesantemente cambia la posición del centro de gravedad del globo, y la posición de la Tierra en el espacio; cuando la luna está frente de nosotros, ella acelera el movimiento de nuestro globo; cuando ella está atrás, lo retarda, actuando así como una rienda - una complicación mensual en los movimientos de la Tierra, añadida a todos los precedentes.

*** Cuando la Tierra pasa entre el Sol y Júpiter, la atracción del último, sin importar su distancia de 465 millones de millas, la hace desviar 2'10" más allá de su órbita. La atracción de Venus la hace desviar 1'25" por otro lado. Saturno y Marte ejercen su atracción también, pero más débilmente. Aquí están perturbaciones externas que hacen una segunda clase de influencia para añadir a los otros movimientos de nuestro bote celeste.

*** Siendo la masa reunida de los planetas alrededor de la septigentésima parte de la masa del Sol, el centro de gravedad alrededor del cual la Tierra gira anualmente nunca está en el centro del Sol mismo, sino distante de éste y a menudo fuera de su circunferencia. Pero, hablando con exactitud, la Tierra no gira alrededor del Sol, sino estos dos cuerpos, el Sol y la Tierra, giran alrededor de su centro de gravedad común. El centro del movimiento anual de nuestro planeta cambia su lugar constantemente entonces, y nosotros podemos añadir esta undécima complicación a las precedentes.

*** Podríamos añadir incluso a éstas otras varias; pero esto bastará para dar una idea de la extrema ligereza con la cual nuestra isla flota en la atmósfera, sujeta, como vemos, a todas las fluctuaciones de las influencias celestes. Las investigaciones matemáticas van mucho más profundo que esta breve declaración; ellas han descubierto sólo en la Luna, que parece moverse tan tranquilamente alrededor de la Tierra, más de sesenta causas distintas de diferentes movimientos.

*** La expresión, luego, no es exagerada: Nuestro planeta es el juego de las fuerzas cósmicas que lo guían en los campos del espacio, y lo mismo es el caso con todos los mundos y todo lo que existe en el Universo. La materia obedece ciegamente a la ley de la atracción.

*** ¿Dónde está entonces el centro de gravedad que es nuestra ambición descubrir?

*** De hecho nuestro planeta, que anteriormente se suponía que estaba debajo de los cielos, se sostiene en el espacio a una cierta distancia del Sol, cuya atracción provoca que gire alrededor de él con una velocidad que corresponde a esta distancia. Esta velocidad causada por la masa del Sol sostiene a nuestro planeta en la misma distancia media del Sol - una velocidad menor provocaría que la fuerza de gravedad ejerciera una influencia demasiado poderosa en la Tierra y la haría caer en el Sol. Una velocidad más grande, por otro lado, gradual e incesantemente removería a nuestro planeta de la fuente de calor y luz que le anima. Pero la velocidad que resulta de la cantidad de atracción ejercida es suficiente para mantener nuestro hogar errante en estabilidad permanente. De la misma forma la Luna es mantenida en el espacio por la fuerza de gravedad de la Tierra que hace que gire alrededor de ella con la velocidad requerida para mantenerla constantemente en la misma distancia media. La Tierra y la Luna entonces forman un par de planetas que se mantienen en equilibrio perpetuo bajo la influencia soberana de la atracción solar. Si la Tierra estuviera sola en el Universo, permanecería por siempre inmóvil en ese punto en el espacio infinito donde había sido colocada sin siquiera tener el poder de ascender o ponerse o cambiar su posición en cualquier otra forma, sin que las expresiones de ascender, ponerse, derecha o izquierda tengan significado positivo. Si esta misma Tierra así sola en el Universo hubiera recibido un impulso cualquiera, hubiera sido puesta en movimiento con un grado de velocidad cualquiera, en una dirección cualquiera; ella se movería eternamente en línea recta, en esa dirección, sin tener siquiera el poder de detenerse, o disminuir su movimiento, o cambiar su dirección. Sería todavía lo mismo si la Luna estuviera sola con ella en el Universo. Ambas girarían alrededor de su centro de gravedad común realizando su destino en el mismo lugar en el espacio corriendo juntas en la dirección hacia la cual habían sido proyectados. Sin embargo, habiendo sido creado el Sol, y siendo el centro de su sistema, la Tierra, todos los planetas y todos sus satélites dependen de él y sus destinos están irrevocablemente unidos al suyo.

*** El centro de gravedad que estamos buscando, la base sólida que parecemos desear con el propósito de asegurar la estabilidad del Universo, ¿será entonces que lo hallaremos en el colosal globo del Sol?

*** Seguramente no, dado que el Sol mismo no está en reposo, sino que nos aproxima con todo su sistema hacia la constelación de Hércules.

*** ¿Gravita nuestro Sol alrededor de un inmenso Sol cuya atracción le extiende y rige sus destinos como él rige los de los planetas? Nuestras investigaciones astronómicas ¿nos dan la razón para suponer que en cierto punto situado en ángulos rectos a la Tierra cuando ella se mueve hacia Hércules, puede existir una estrella de tal poder? No; nuestro Sol es influenciado por la atracción de las estrellas, pero ninguna de ellas parece dominar sobre las otras y regir a nuestro Sol con dominio soberano.

*** Aunque es bastante posible, o bastante cierto, que el sol que está más cerca a nuestro Sol, la estrella Alfa, del Centauro, y nuestro propio Sol se atraen mutuamente el uno al otro, todavía no podemos considerar a esas dos estrellas formando un par como estrellas binarias; en primer lugar, porque todos los sistemas de estrellas binarias conocidos están compuestos de estrellas mucho más cercanas entre sí que ésos; y en segundo lugar, porque en la vastedad de la órbita descrita de acuerdo a esta hipótesis, no debemos perder de vista la atracción ejercida por las estrellas vecinas; y, finalmente, porque la velocidad real de estos dos soles es mucho más grande de lo que sería el resultado de su mutua atracción.

*** La pequeña constelación de Perseo, especialmente, puede ejercer una influencia más poderosa que la de la Pléyades o de cualquier otra agrupación de estrellas, y constituir el centro de gravedad de los movimientos de nuestro Sol, de Alpheus, del Centauro y las estrellas vecinas. Viendo que la constelación de Perseo está situada no sólo en ángulos rectos con la tangente del camino de la Tierra cuando ella se mueve hacia Hércules, sino también en el gran círculo de las estrellas principales, y precisamente en la intersección de ese círculo con la Vía Láctea, con sus dieciocho millones de soles, de los cuales sería audaz por cierto buscar el centro de gravedad.

***Pero, ¿qué es toda la Vía Láctea comparada a las miríadas de estrellas que nuestro pensamiento contempla en el seno de los cielos sidéreos? ¿No se mueve esta Vía Láctea como un archipiélago de islas flotantes? ¿No es cada nébula, cada grupo de estrellas una Vía Láctea moviéndose bajo la influencia de la gravitación de los otros universos que la llaman y le hacen señas a través de la noche infinita?

*** Pasando de constelación a constelación, de sistema a sistema, de región a región, nuestro pensamiento es traído cara a cara con la estupenda magnificencia del espectáculo de los cuerpos celestes girando con una velocidad que hemos empezado a apreciar, pero que ya sobrepasa toda concepción. La revolución anual de la estrella Alpha en el Centauro es más de 549 millones de millas. La revolución de la estrella Cygni 61 (el segundo sol en el orden de distancias) es equivalente a 1 110 millones de millas al año; o cerca de tres millones de millas al año. La estrella Alfa del Centauro se nos aproxima en línea recta con una velocidad de 1 500 millones de millas al día. El movimiento sobre su eje de la estrella 1830 en el Catálogo de Groombridge alcanza una velocidad de 7770 millones de millas al año, ¡que es igual a 21 millones de millas por día, 115 000 kilómetros por hora, o 320 000 yardas por segundo! Ésos son los cálculos mínimos, cuando observamos los movimientos estelares medidos oblicuamente, no en línea recta.

*** ¿Qué proyectiles? ¡Soles de densidad millones y millones de veces más grande que la Tierra, lanzados en las insondables profundidades de la inmensidad con una velocidad más que vertiginosa, girando en el espacio bajo la acción unida de todas las estrellas del Universo! Y esos millones, esas miríadas de soles, de planetas, de constelaciones, de nebulosas, de mundos que están empezando, de mundos que están llegando a su fin, corren con similar velocidad hacia un objetivo desconocido, con una energía e intensidad de acción que comparados con la pólvora y la dinamita son como el aliento de un infante en la cuna.

*** Y así todos ellos corren raudos a través del espacio, quizás por toda la eternidad, sin siquiera aproximarse a sus límites, lo cuales no existen. Por todas partes movimiento, actividad, luz y vida. Felizmente así, sin duda. Si todos estos innumerables soles, planetas, tierras, lunas y cometas estuvieran fijos sin movimiento, reyes petrificados en sus eternas tumbas, ¡cuánto más formidable y aterrador por cierto, pero cuánto más deplorable sería, también, el aspecto de tal Universo! ¡Toda la Creación detenida en su curso, congelada, momificada! ¿No es inconcebible tal pensamiento? ¿No hay algo ominoso - algo insoportable en tal pensamiento?

*** ¿Y qué causa estos movimientos? ¿Qué los sostiene, qué los guía? La fuerza de atracción reinante por todas partes, esa fuerza invisible a la cual el Universo visible (ése que llamamos materia) obedece. Un cuerpo atraído desde el espacio infinito por la Tierra, alcanzaría una velocidad de 11 300 yardas por segundo; así un cuerpo proyectado desde la Tierra nunca caería. Un cuerpo atraído desde el espacio infinito por el Sol, alcanzaría una velocidad de 608 000 yardas; un cuerpo proyectado desde el Sol nunca retornaría a su punto de partida. Ciertas constelaciones pueden provocar una velocidad de movimiento todavía más grande, las cuales son, empero, explicadas por la ley de atracción. Es suficiente proyectar los ojos de uno sobre una cartilla de los movimientos de las estrellas sobre sus ejes, para comprender la variedad y grandeza de estos movimientos.

*** Así, las estrellas, los soles, los planetas, los cometas, las estrellas fugaces, los uranolitos -en una palabra, todos los cuerpos que constituyen este vasto universo -, descansan, no en cimientos sólidos, como la primitiva y pueril concepción de nuestros ancestros suponía, sino en fuerzas invisibles e inmateriales que gobiernan sus movimientos. Estas miríadas de cuerpos celestes deben su estabilidad en el Universo a sus respectivos movimientos, y mutualmente se sostienen uno al otro en el vacío que los separa. La mente que pudo despojarse de la noción de tiempo y espacio vería la Tierra, los planetas, el Sol, las estrellas, cayendo en un chubasco de un cielo sin fronteras en cada dirección imaginable, como gotas cayendo en el vórtice de un poderoso remolino, y cayendo no por una fuerza, sino por la atracción de cada uno y todos ellos; cada una de esas gotas cósmicas, cada uno de esos mundos, cada uno de esos soles es transportado con una velocidad tan grande, que el vuelo de una bala de cañón es reposo en comparación. Esto no es un ciento, ni quinientos, ni mil yardas: ¡es diez mil, veinte mil, cincuenta mil yardas por segundo!

*** ¿Cómo ocurre que las colisiones no tienen lugar en medio de tal movimiento perpetuo? Quizás ellas ocurren. Las estrellas que aparecen y desaparecen, como si fueran perpetuamente renovadas de sus cenizas, parecerían indicarlo. Pero, de hecho, las colisiones no tendrían lugar porque el espacio es infinito relativamente a las dimensiones de los cuerpos celestes, y porque el movimiento de cada cuerpo le evita sufrir pasivamente la atracción de otro cuerpo y caer en éste. Este mantiene su propio movimiento, que no puede ser destruido, y se desliza alrededor del centro de luz y calor que le atrae, como la polilla circula alrededor del fuego que la atrae, pero sin quemarse. Y entonces, hablando con exactitud, esos movimientos no son rápidos.

*** En efecto, todos esos cuerpos corren, vuelan, caen, ruedan a través del espacio, pero a tales distancias uno del otro que parecen estar en reposo. Si fuéramos a colocar en un espacio del tamaño de París, las estrellas cuyas distancias han sido medidas, a la fecha, la estrella más cercana estaría ubicada a una distancia de dos kilómetros del Sol, del cual la Tierra distaría un centímetro; Júpiter, cinco centímetros y Neptuno, treinta. La estrella Cygni 61 estaría cuatro kilómetros de distancia; Sirio, diez kilómetros; la estrella Norte, veintisiete kilómetros; y así sucesivamente, y la gran mayoría de las estrellas permanecería más allá del departamento del Sena. Ahora bien, poniendo todos estos cuerpos en circulación con sus respectivos movimientos, la Tierra tomaría un año para pasar a través de su órbita -no más grande que el centímetro de un rayo de luz-, Júpiter, doce años para pasar a través de la suya -de cinco centímetros-, y Neptuno ciento sesenticinco años. El propio movimiento del Sol y las estrellas estaría en la misma proporción; es decir, ellos parecerían estar en reposo incluso a través de la lente de aumento. Urania reina calma y serena en las inmensidades del Universo.

*** Pero la constitución del Universo sideral es la misma que la de los cuerpos que llamamos materiales. Todo cuerpo, orgánico o inorgánico - hombre, animal, planta, piedra, hierro, bronce - está compuesto de moléculas en movimiento perpetuo, pero que nunca se tocan una con otra. Cada uno de estos átomos es infinitamente pequeño, e invisible, no sólo al ojo desnudo, no sólo a través de lentes de aumento, sino incluso al pensamiento, dado que es posible que estos átomos no sean más que centros de fuerza. Se ha estimado que en la cabeza de un alfiler no hay menos de ocho sextillones de átomos u ocho mil billones de billones, y que en un centímetro cúbico de aire no hay menos que un sextillón de moléculas. Todos estos átomos, todas estas moléculas están en movimiento, influidos por las fuerzas que los gobiernan, y separados por grandes distancias relativas a sus dimensiones. Podemos incluso pensar que no hay, en principio, sino una especie de átomos, y que es el número de átomos primitivos -simple y homogéneo en esencia-, sus modos de arreglo y sus movimientos, lo que constituye la diversidad de moléculas. Una molécula de oro o de hierro diferiría de una molécula de azufre, de oxígeno, de hidrógeno, sólo en el número, la disposición y el movimiento de los átomos primitivos que lo componen; cada molécula puede ser un sistema, un microcosmo.

*** Pero cualquiera que sea la idea que podamos formarnos de los átomos constituyentes de los cuerpos, el hecho aceptado hoy y que nunca va a ser disputado de nuevo, es que el imaginario centro de gravedad buscado no existe en parte alguna. Arquímides puede pedir en vano un punto de soporte para que su palanca eleve el mundo. Los mundos, como los átomos, descansan en lo invisible, en la fuerza inmaterial; todo se mueve, influido por la fuerza de atracción, y como si estuviera en búsqueda de ese centro de gravedad que huye de nosotros cuando lo buscamos, y que no existe, dado que en el espacio el centro está en todas partes y en ninguna. Esos pretendidos positivistas que afirman con tanta seguridad que sólo "la materia y sus propiedades existen", y que sonríen con desdén a las investigaciones de los pensadores, deberían decirnos primero que todo qué quieren decir por esta tan mentada "materia". Si ellos llevaran sus investigaciones más allá de la superficie de las cosas, si ellos pudieran imaginar que las apariencias ocultan realidades intangibles, indudablemente serían un poco más modestos.

*** Para nosotros que buscamos la verdad sin ideas preconcebidas, y sin tener una teoría que la soporte, nos parece que el principio de la materia permanece tan desconocido como el principio de fuerza, no siendo el Universo visible en absoluto lo que aparece a nuestros sentidos. De hecho este Universo visible está compuesto de átomos invisibles; descansa en el espacio, y las fuerzas que lo gobiernan son ellas mismas inmateriales e invisibles. Sería menos atrevido suponer que la materia no existe, que la fuerza lo es todo, que mantener la existencia de un Universo exclusivamente material. En lo que respecta a las bases físicas del mundo, ellas han desaparecido, por una curiosa contradicción, precisamente con el triunfo de la mecánica que proclama los triunfos de lo invisible. El centro de gravedad desaparece en el equilibrio de fuerzas por todas partes, en la armonía ideal de las vibraciones de éter; cuanto más lo buscamos, menos lo encontramos, y el esfuerzo final de nuestro pensamiento tiene por soporte final, por realidad suprema, el Infinito.

 

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[Data de Fuente & Traducción]


Camille Flammarion

Camille Flammarion
(1842 - 1925)

Camille Flammarion (1842-1925), astrónomo francés conocido por su talento para popularizar la astronomía. En 1862 fue expulsado del Observatorio de París por Urbain Le Verrier después de que publicara su obra La pluralidad de los mundos habitados. Esto no impidió a Flammarion continuar sus observaciones. En 1879 publicó su manual de astronomía popular, que tuvo un inmenso éxito. Entretanto trabajó como calculador en la Oficina de Longitudes; sus capacidades en materia de astronomía fueron muy reconocidas. En 1883 hizo construir un observatorio en el municipio de Juvisy-sur-Orge, donde se instaló y continuó sus investigaciones hasta su muerte. Realizó numerosas observaciones de los planetas del Sistema Solar y en 1887 fundó la Sociedad Astronómica de Francia.

Fuente de la presente cita onomástica: "Camille Flammarion." Microsoft ® Encarta ® 2007. [CD] Microsoft Corporation, 2006.


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