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Carta a la Juventud
(Pávlov, 1935)

¿Qué puedo desear a la juventud ... que se ha dedicado a la ciencia? Ante todo espíritu de consecuencia. Jamás puedo hablar sin emoción de esta condición esencial de un trabajo científico y fecundo. Espíritu de consecuencia, espíritu de consecuencia y una vez más, espíritu de consecuencia. Aprended, desde el principio de vuestra actividad a dar pruebas de un riguroso espíritu de consecuencia en la acumulación de vuestro conocimiento.

Estudiad el A-B-C de las ciencias, antes de intentar franquear sus cimas. No aprendáis jamás la continuación sin conocer lo que precede. No tratéis jamás de cubrir la insuficiencia de sus conocimientos con suposiciones o hipótesis ni siquiera las más atrevidas. Es una pompa de jabón, que aún cuando distraiga vuestras miradas con sus reflejos, acabaría inevitablemente por estallar, no dejando tras ella más que vergüenza.

Aprended a ser retenidos y pacientes, habituaros a hacer los trabajos pesados de la ciencia. Estudiad, comparad, acumulad los hechos. Por perfecta que sea el ala del pájaro, no podría jamás sostenerlo en las alturas si no se apoya en el aire. Los hechos son el aire del sabio. Sin aquellos jamás podéis elevaros. Sin aquellos, vuestras "teorías" se quedarían en esfuerzos vanos.

Pero aún estudiando, experimentando, observando, esforzáos por no quedar en la superficie de los hechos. No seáis los archiveros de los hechos. Tratad de penetrar en el misterio de su origen. Buscad con perseverancia las leyes que los rigen.

En segundo lugar, modestia. No penséis jamás que ya lo sabéis todo. Y aun cuando se tenga por vosotros la más alta estima, tened siempre el valor de deciros: 'soy un ignorante'.

No dejéis que se apodere de vosotros el orgullo. Él hará que os obstinéis allí donde podría ser preciso estar de acuerdo; él os hará rechazar un consejo útil y una ayuda amistosa y perder la medida de la objetividad.

En la colectividad que estoy encargado de dirigir, es la atmósfera quien hace todo. Estamos todos uncidos en la misma tarea, y cada uno de nosotros la hace progresar según sus fuerzas y sus medios. Muy a menudo no sabríamos decir donde está "lo mío y lo tuyo", pero nuestra causa común no hace más que ganar con ella.

Y, en tercer lugar, la pasión. Acordáos de que la ciencia exige del ser humano su vida entera. Si tuviéramos dos vidas, no nos bastarían. La ciencia exige del ser humano una fuerte tensión y una gran pasión. Sed apasionados en vuestro trabajo y en vuestras investigaciones.

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En: "Obras Escogidas".
Quetzal, Bs. Aires, 1960. Pp. 58 - 59.

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