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LEGADO DE SABIDURÍA DE UN GRAN CIENTÍFICO

Para la vasta mayoría de sus discípulos, la autoridad científica de Pávlov es indiscutible. ¿Qué es lo que mantiene unida tan enorme pirámide? ¿Cuál es la fuerza impulsora de tan notable maquinaria científica que está produciendo ya desde hace más de medio siglo? Además de las cualidades personales del director, la energía y la inspiración brotan también de un excepcional sistema de organización del trabajo.

El sistema de Pávlov para preparar los cuadros científicos se fue desarrollando paulatinamente; no ha sido analizado en ningún lugar ni existe de él, tampoco, una descripción detallada. No obstante, hay muchos trabajadores científicos y técnicos, así como maestros de instituciones educativas superiores que han tenido la ocassión de conocerlo a fondo. En su conferencia del 23 de abril de 1921, Pávlov dio el primer esquema de las "cualidades mentales básicas" indispensables a un hombre de ciencia.

La primera de ellas, sobre la cual insistió, es una gran y persistente concentración del pensamiento: la capacidad de "pensar incesantemente sobre un asunto determinado, irse a la cama y levantarse de ella pensando siempre en él". En su última carta a la juventud soviética, Pávlov denominó a esta cualidad: pasión por la ciencia.

En segundo término, se requiere una extraordinaria aptitud para concentrar el pensamiento; habilidad de enfrentar la realidad en toda su diversidad y con todas sus contradicciones.

Pávlov coloca en tercer plano una facilidad excepcional para construir hipótesis científicas - como él decía -, "la capacidad de ir más allá de los hechos".

En cuarto lugar, hay que poseer imparcialidad mental; si un solo hecho está en contradicción o no se ajusta debidamente a la hipótesis, ésta ha de ser desechada sin contemplaciones - así les decía a sus estudiantes -. Estas dos cualidades, liberalidad en la construcción de hipótesis e imparcialidad al juzgarlas no se hallan en contradicción. Con frecuencia, Pávlov sorprendía la imaginación científica de sus oyentes para aplicar seguidamente la severa comprobación de los hechos a la "visión" científica así creada.

La quinta cualidad es es la disposición a verificar. Pávlov no se asustaba de repetir e, incluso, a veces se alegraba de ello. En su curso incluía experimentos que había venido repitiendo anualmente durante medio siglo. Y, no obstante, cada vez los iniciaba con cierta ansiedad: "Quizás esta vez no ocurra", se decía. Pero sus experimentos siempre fueron satisfactorios.

La sexta cualidad es la atención al detalle. Para Pávlov, mientras llevaba a cabo una experiencia, nada era de importancia secundaria en las circunstancias o en la conducta: todo recibía por igual su intensa atención.

Finalmente, en séptimo lugar, colocaba la modestia y la simplicidad. "Nunca piensen que saben todo. Tengan siempre el ánimo de confesarse: soy un ignorante". Cuanto más complicada era la teoría que iba a exponer, tanto más preciso era el lenguaje que usaba.

A él no le gustaban las personas que hacen gala de su sabiduría. "La verdad - afirmaba - es siempre sencilla. Los hombres de genio son simples y claros". Esas palabras expresan en esencia toda su biografía. Hemos de añadir que consideraba que todas las antes citadas cualidades pueden ser desarrolladas en gran parte por un "entrenamiento" y son susceptibles, por tanto, de ser conseguidas por todo aquel que no se asuste de aprender y de trabajar.

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Fragmento de: Las causas del crecimiento
de la escuela de Pávlov.
Tomado de: Frolov, Y. P. (ed. 1942):
La actividad cerebral
Editorial Lautaro. Bs. Aires.
Pp. 236 - 237.