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MINISTERIO DE SANACIÓN
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Cristo Pantocrator

Jesús de Nazaret

La respuesta a Juan

Autor: Giovanni Papini.

*** Jesús cura, pero no tiene nada de brujo ni de exorcista. No recurre a tetragramas, a encantamientos, talismanes, humaredas, velos ni misterios. No llama en su ayuda ni a los Cielos ni a los Infiernos. Le basta una palabra, un grito, una dulce voz, una caricia. Basta su voluntad y la fe de quien pide. A todos les pregunta: “¿Crees tú que Yo pueda hacer eso?”. Y cuando la curación está hecha: “Ve, tu fe te ha curado”.

*** El milagro, para Jesús, es la confluencia de dos buenas voluntades: el contacto vivo entre el poder de quien opera y la fe del paciente. La colaboración de dos fuerzas. Una combinación, una convergencia de certidumbres salvadoras.

*** “Porque os digo en verdad que si tuvieseis tanta fe como un grano de mostaza, podrías decir a este monte: 'pasa de aquí allá', y pasaría... Si tuvieseis tanta fe cuanto es el tamaño de un grano de mostaza, podríais decir a esa morera: 'Desarráigate y plántate en el mar, y os obedecería'” Los que no tienen siquiera la fe de una milésima parte de una semilla de mostaza juran que nadie tiene ese poder y que Jesús es un impostor.

*** En los Evangelios se llama a los milagros con tres palabras: Dinameis, fuerzas; Terata, maravillas; Semeia, señales. Son señales para quien recuerda los anuncios mesiánicos; maravillas, para quien es testigo de ellos. Mas para Jesús son Dinameis, obras poderosas, relámpagos victoriosos de un poder sobrehumano.

*** Las curaciones de Jesús tienen un doble carácter. No son sólo curaciones de cuerpos, sino de espíritus. Y precisamente de aquellas enfermedades espirituales que Jesús quiere sanar para que el Reino de los Cielos pueda fundarse sobre la tierra.

*** La mayor parte de las enfermedades tienen doble naturaleza y se prestan por modo singular a la metáfora. Jesús cura mancos, paralíticos, calenturientos, a un hidrópico, a una mujer que padecía flujo de sangre. Cura incluso una herida de espada, la oreja de Maco, cortada por Pedro en la noche de Gethsemaní; pero únicamente porque su ley —haz el bien a quien te hace mal— sea observada hasta el fin.

*** Pero los curados por Jesús son, casi siempre, endemoniados, paralíticos, leprosos, ciegos, sordomudos. Endemoniados es la antigua palabra para los enfermos de la mente: también el profesor Aristóteles creía en la posesión de los demonios. Creíase que los obsesos, los lunáticos, los epilépticos, los histéricos, estaban invadidos por espíritus malignos. Las contradictorias y muchas veces verbosas explicaciones modernas de estos males no desvirtúan el hecho de que los demoníacos, en muchos casos, lo sean en sentido verdadero y propio.

*** Esta interpretación docta y popular de las enfermedades del espíritu se acomoda admirablemente para la enseñanza alegórica y alusiva que Jesús tanto apreciaba. Quería fundar el Reino de Dios y desarraigar el de Satanás. Ahuyentar a los demonios era cosa que entraba en su misión. Entre las enfermedades corporales y las espirituales hay un paralelismo consagrado por el lenguaje y que tiene un fundamento en afinidades efectivas. El colérico y el epiléptico, el holgazán y el paralítico, el inmundo y el leproso, el ciego y el que no sabe la verdad, el sordo y el que no quiere escuchar la verdad.

*** Cuando Juan, encerrado en la prisión, envió dos discípulos a Jesús para que le preguntasen si era Él el esperado o si debían esperar a otro, Jesús les respondió: “Id y referid a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos recuperan la vista y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y el Evangelio es anunciado a los pobres”.

*** Jesús no separa el Evangelio de las curaciones milagrosas. Son obras de orden semejante: quiere decir con esta respuesta que ha curado a los cuerpos para que las almas estén mejor dispuestas a recibir el Evangelio.

*** Los que no veían la luz del sol ven ahora también la luz de la verdad; los que no oían ni siquiera las palabras de los hombres oyen ahora las de Dios; los que eran poseídos de Satanás están ahora libres de Satanás; los que estaban podridos y llagados son ahora limpios como niños; los que no se podían mover, impedidos y baldados, siguen ahora mis pasos; los que habían muerto a la luz del alma, han resucitado a una palabra mía, y los pobres, después de la Buena Nueva, son más ricos que los ricos. He aquí mis credenciales, mis cartas de legitimidad.

*** Jesús, médico y libertador, no es lo que sus modernos enemigos quieren, de pésima fe, para adobar de nuevo contra la ascética el cómodo paganismo. Es el Dios, dicen, de los enfermos, de los débiles, de los sucios, de los miserables, de los impotentes, de los siervos. Pero toda la obra de Jesús es un don de salud, de fuerza, de pureza, de riqueza, de libertad. Porque se acerca a los enfermos para ahuyentar la enfermedad; a los débiles, para liberarlos de la flaqueza; a los sucios, para lavarlos; a los esclavos, para libertarlos. No ama a los enfermos sólo por enfermos; ama, como los antiguos, la salud, y de tal manera, que quiere devolvérsela al que la ha perdido.

*** Jesús es el profeta de la felicidad, el defensor de la vida, de una vida más digna de ser vivida. Los milagros son prenda de su promesa.

 

 

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Extraído de:
*** Papini , G. (ed. 2004): Jesús de Nazaret. Historia de Cristo . Biblioteca ABC. Protagonistas de la Historia. Folio, Iberdrola. El apartado, bajo el titular "La respuesta a Juan", cursa las pp. 118 - 120 de la citada obra.

Imagen: Cristo Pantocrator del Saint Catherine Monastery en el Desierto del Sinaí.

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