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(EL POLTERGEIST DE ROSENHEIM)

 

Advertencia al Lector:

—Los textos que siguen:

“El Fantasma Apaga la Luz” y

Entrevista de Vintila Horia a Hans Bender en torno al Poltergeist de Rosenheim,

constituyen piezas de gran interés por tratarse de las impresiones y conclusiones de primera mano de los investigadores protagonistas de un expediente paradigmático de la entidad Poltergeist, que tuvo lugar en la ciudad de Rosenheim, Alemania, entre 1967 y 1968.

—El primero es una reproducción periodística [vid. fuente] de un informe de dicha actividad alrededor de Anne-Marie, joven alemana de 19 años de edad. "Dos miembros del Instituto Max Planck llevaron el caso del "Enigma de Rosenheim" al II Congreso Internacional de la Asociación de Parapsicología realizado en Friburgo en 1968. Porque el fantasma no sólo rompía las lámparas eléctricas, sino que causaba perturbaciones telefónicas, desviaciones en una registradora Siemens, chasquidos en el aire. Lo raro del asunto es que las lámparas estallaban sin daño en el filamento. Lo más sorprendente es que un pesado armario se movió 28 centímetros". Esta publicación (recuperada) se ajusta a la fuente, apenas con ligeras modificaciones atribuibles a errores de imprenta del original.

—El segundo es un fragmento de un artículo más amplio dedicado al tema de los encantamientos y poltergeists. Se ha jalonado (U. S. & ITIPCAP) la parte correspondiente al caso que nos ocupa.

—Se espera que el lector, entregado a la evaluación, contraste las constantes y variaciones en el abordaje y la comprensión de la fenomenología de marras por parte de los profesionales, la prensa y otros actores implicados, del tiempo de origen (vid. supra) a la actualidad (2014).

Palabras Claves:

Parapsicología, Poltergeist, Rosenheim.

EL FANTASMA APAGA LA LUZ

Por KARGER y G. ZICHA

La fábrica de máquinas de policopias cambiaba por tercera vez uno de sus aparatos porque el líquido desbordaba sin que hubiese ninguna razón para ello. En principio no se encontraba ningún defecto. El reloj parlante repetía hasta 60 veces por día la hora aunque nadie, en la oficina, la hubiese pedido por teléfono para eso.

Las bombillas eléctricas se soltaban solas, y sal´çian de sus envases, o estallaban, simplemente.

La máquina de sellados saltaba. Los cuadros y los calendarios se torcían en las paredes. Los cajones se abrían espontáneamente. Un armario cargado de documentos se movía de su sitio y se necesitaban dos hombres para volver a ponerlo en su lugar.

Todo esto ocurría a fines de 1967 y comienzos de 1968 en las oficinas del abogado Sigmund Adam, en Rosenheim, pequeña ciudad a 50 kilómetros de Munich. Los daños habían llegado a 60 000 marcos. Es una suma.

El abogado Adam pensó primero que se trataría de descargas de corriente extremas. Después de seis meses, se puso en contacto con la central municipal, que mandó a sus inspectores para que estudiasen las posibles causas de semejantes desastres.

El 15 de diciembre de 1967, los inspectores empezaron a tomar todas las medidas necesarias para descubrir la falla en la red eléctrica. Cambiaron los fusibles. Pusieron lámparas nuevas. Los fenómenos continuaban.

Colocaron nuevas líneas directas entre la central y la oficina. Instalaron un generador especial para excluir posibles cambios inverificables de intensidad.

Los fenómenos continuaron. No podían ser todos de oriogen eléctrico. Karl Brunner, que dirigía las investigaciones, declaró: "Vi girar un cuadro 360 grados".

En enero de 1968, Adam, hombre de Ley, hace demanda contra desconocidos por violación de domicilio y daños materiales.

No es que espera llevar a los fantasmas a la barra del tribunal, pero esa demanda oficial puede obligar a las autoridades a continuar la investigación por todos los medios. "Y si no hay explicación científica —declara a los periodistas— (ver Suddeutsche Zeitung del 20/21 de enero de 1968), por lo menos habrá un reconocimiento oficial de los hechos y se establecerá una indemnización en caso de fantasmas". Además, encara una demanda a un lector de ese mismo diario, cuya carta publicada ponía en duda la veracidad de los fenómenos de los cuales era víctima.

EL ÚNICO TITULAR EN ALEMANIA DE UNA CÁTEDRA DE PARAPSICOLOGÍA

Entonces mandaron al director del instituto "para las regiones fronterizas de la psicología" (Universidad de Friburgo), el profesor Bender, único titular en Alemania de una cátedra de parapsicología.

Bender señaló que, en la oficina del abogado, los fenómenos ocurrieron, sobre todo, en presencia de una joven estudiante, Ana María, de 19 años. Un colega de Adam se ofreció para tomar en su estudio a la muchacha y asegurarle los seis meses de aprendizaje que le faltaban.

Adam se lo agradeció y se negó. Por más que le costase quería ir al fondo de las cosas.

El profesor Bender publicó y comentó su informe en una conferencia que dio en el IV Congreso Alemán de Clínicos, en Kiel (Schleswig Holstein). Y recordó las experiencias soviéticas sobre el posible rol de una transmisión directa de corrientes cerebrales en los fenómenos de teletransmisión de pensamientos, de acontecimientos y de imágenes. Esta interpretación pareció satisfactoria en la medida en que las corrientes cerebrales son una realidad física que, en experiencias simples de laboratorio, ya provocaron ciertos efectos físicos.

"Según los conocimientos actuales de la parapsicología, en casos de psicocinética y de aparición de energía cinética que llega de fuentes evidentemente no físicas, sino más bien psíquicas, esos efectos suelen estar unidos a la presencia de jóvenes que viven en un campo de tensión interior fuerte". Según el profesor Bender, en este caso se podría considerar la posibilidad de ese campo de tensión a raíz de la presencia de la empleada, que había tenido una adolescencia replegada. Había estado enyesada un año y medio y sin duda todavía vivía en un clima psíquico intenso.

Después de algunas semanas de investigación, la empleada comprendió que debía hacer una relación entre ella y esos acontecimientos. Esto la afectó mucho y tuvo serios problemas. Y entonces el abogado Adam aceptó que Ana María siguiese sus estudios en la oficina de su colega.

SIN DUDA HABÍA ACTIVADO LAS TENSIONES INTERNAS DE SU SECRETARIA

La teoría del profesor Bender sobre "el campo de tensión" parecía muy probable, ya que los fenómenos se repitieron en casa del nuevo empleador. Luego se espaciaron y desaparecieron, cuando este abogado, al contrario de Adam, se mostró absolutamente indiferente a esas rarezas y observó una actitud neutra respecto de la muchacha. Adam, que desde siempre había sido un curioso de lo insólito, se había comportado como un "consumidos servilmente interesado", y sin duda, aun sin quererlo, había activado las tensiones internas de su secretaria.

Las explicaciones de Bender, sin esclarecer los fenómenos, delimitaron por lo menos las condiciones en que se manifestaban.

Pero esto no es todo. El 8 de diciembre de 1967, los doctores Kauger y Zicha, físicos del Instituto Max Planck, que estudiaban el plasma físico, en Gerding, cerca de Munich, fueron a Rosenheim, para estudiar los fenómenos. Estaban equipados con aparatos de medición. En la "Parapsychological Association", sociedad internacional que en setiembre de 1968 tuviera su sede en Friburgo, el doctor Kauger leyó su informe: "Entre las 16.30 h. y las 17.48 h., del 8 de diciembre de 1967, el voltímetro mostró a intervalos irregulares alrededor de quince desviaciones muy fuertes. Al mismo tiempo, se oyeron ruidos de origen indeterminados, muy netos, comparables a las descargas de un rifle de aire comprimido. Era difícil localizarlos. A veces parecían venir de diversos lugares, pero siempre dentro de la oficina. Los grabamos".

APARENTEMENTE SE TRATABA DE UNA INFLUENCIA MECÁNICA SIN CAUSA

Los dos físicos volvieron a medir el campo magnético alrededor del instrumento mismo y el sonido de la oficina. Sus experiencias los obligaban a excluir todas las posibilidades de explicación por imperfecciones de la red eléctrica, en el campo magnético exterior, el ultra o infrasonido, la influencia manual, etc.

"Comprobamos —dijo el doctor Kauger— que había muchas desviaciones inexplicables de voltaje, aun cuando eliminamos sistemáticamente todas las causas físicas imaginables, y controlamos y verificamos el exacto funcionamiento de nuestros instrumentos de medición. La prueba de que las desviaciones no eran causadas por un aumento de voltaje en la red eléctrica se apoya también en el hecho de que las desviaciones se produjeron incluso cuando utilizamos una batería (1,5 V) y no la corriente de la red. El carácter paradojal de esos fenómenos se agrava por una desviación muy fuerte (10 V) del oscilógrafo que medía el sonido, amplitud que no podría explicarse sino por una influencia mecánica directa del micrófono. Pero por supuesto, nadie lo había tocado".

Aparentemente se trataba de una influencia mecánica sin causa. Y lo mismo ocurrió con las ampollas eléctricas, aunque los filamentos incandescentes estaban intactos y las lámparas apagadas. Estos hechos fueron atestiguados por los ingenieros de la central municipal y los inspectores policiales.

"Desde el punto de vista físico —prosiguió el doctror Kauger—, sólo puede concluir lo siguiente:

1) Los fenómenos son debidamente observados con la ayuda de los medios actuales de la física experimental. Pero no son explicables por los medios actuales de la física teórica.

2) Es probable que los fenómenos sean manifestaciones de potencias no periódicas, solamente activas a corto plazo.

3) Los fenómenos (incluidas las perturbaciones telefónicas) no parecen ser provocados por efectos electrodinámicos.

4) No ocurrieron sólo acontecimientos simples, como los estallidos, sino también movimientos complicados (desviación, movimiento de cuadros).

5) Es probable que esos movimientos estén dirigidos por potencias inteligentes, tendientes a sustraerse al análisis".

Los dos físicos del instituto de Gerding también comprobaron la relación entre la presencia de la muchacha y los fenómenos inexplicables ocurridos en la oficina del abogado Adam. Lo cual les dio algunas razones para dudar de la hipótesis tradicional, según la cual todas las leyes físicas conocidas son válidas también para la destrucción del hombre, y, en consecuencia, no sería necesario postulñar nuevas acciones recíprocas.

Hace veinte años más o menos, la gente simple creía en los milagros e iba a Rosenheim para comprar hojas de estaño, fabricadas por un curandero charlatán llamado Bruno Groning. Así hizo Rosenheim su entrada en el misterio, pero esta vez no son los crédulos quienes se rindieron a él. Son técnicos y hombres de ciencia, que se fueron conmovidos.

Publicado en: Revista Quién es Quién. Año 1, Nº 1.
Lima 28 de junio de 1972.
Pp. 34-35.

Vintila Horia Hans Bender

Vintila Horia y Hans Bender

EL POLTERGEIST DE ROSENHEIM VISTO POR HANS BENDER
(ENTREVISTA DE VINTILA HORIA)*

—¿Cuáles han sido los casos más convincentes o más curiosos que haya estudiado recientemente?

Es el de un abogado de Rosenheim, sucedido en 1967. Las bombillas estallaban, los objetos se desplazaban por sí solos en la casa, se oían voces y el sistema telefónico estaba funcionando mal, las comunicaciones se cortaban. El abogado creyó, en un primer momento, que había anormalidades en la corriente eléctrica y se dirigió al servicio eléctrico local, que empezó en seguida a realizar una serie de investigaciones con aparatos especiales que medían la corriente. Se dieron cuenta de que las variaciones registradas eran enormes. Los técnicos no comprendían nada. Lo curioso es que en una sola hora alguien llamaba sesenta veces al servicio que da la hora exacta en la central de Rosenheim, sin llegar nadie a saber quién era, quién lo hacía. Alguien marcaba siempre el 01, número del reloj automático de la central telefónica. Y esto duró semanas seguidas. La central, enloquecida, sostenía que alguien, desde la oficina del abogado, formaba continuamente aquel número. Pero no había nadie, esto se pudo averiguar. Nadie formaba aquel número. Piense usted: sesenta veces en una hora, es decir, una vez cada minuto.

—¿Y cómo se llegó a esclarecer este asunto?

Acudieron a mí y fui a Rosenheim a principios de diciembre de de 1967. Lo que pude comprobar en seguida fue que todos aquellos fenómenos se producían únicamente cuando cierta persona se encontraba en la casa. Una muchacha de diecinueve años. Cuando pasaba por los pasillos de la casa se veía claramente cómo oscilaban las lámparas, como empujadas por el viento. Los cuadros en las paredes empezaban a moverse, como durante un terremoto, y se caían sus clavos. Dos especialistas del "Instituto de Física Max Planck", de Munich, estaban conmigo y, después de cuatro días de investigaciones, llegamos a la conclusión de que toda causa de tipo físico estaba excluida. ¿Cuál fue mi conclusión personal? Pues que la persona o la fuerza que producía aquellos fenómenos, llegando a actuar directamente sobre los aparatos, debía de poseer lo que se llama una percepción extrasensorial y el poder de impresionar directamente el micrófono y todos los aparatos que registraban su intervención a distancia. Era un fenómeno de psicocinesia. ¿Cómo ocurre todo esto? De la misma manera que, durante nuestro comportamiento normal, recibimos las informaciones a través de los sentidos, reaccionamos y actuamos a través de nuestro sistema motor, hay una analogía con lo paranormal: recibimos la información fuera de los sentidos y actuamos sobre la materia sin pasar por el sistema sensorial y motor normales.

—El problema se complica en este sentido: la joven que actuaba sobre los objetos en Rosenheim, ¿quería actuar conscientemente sobre ellos o no?

De ninguna manera. Ella no sabía nada, no se enteraba de nada.

—Entonces, ¿cuál era la finalidad de esta actividad?

¿La finalidad? Lo que hemos podido averiguar hasta ahora es que, en casos parecidos, las personas que actuaban sobre los objetos eran siempre de una edad situada en plena pubertad, un poco antes o un poco después, en plena tensión nerviosa, cuando los conflictos sexuales llegan a un punto máximo. Esto se puede interpretar como una explosión.

—¿Una descarga?

Exactamente, una descarga que toma siempre aspectos violentos y destructores.

—¿Es posible que esta violencia, y siempre en estos casos, pueda llegar al crimen?

No —me contesta el profesor Bender—. Diría que, al contrario, en casos, por ejemplo, muy estudiados, cuando trozos de piedra que penetraban por los techos y caían en sitios habitados, nunca las personas que allí se encontraban fueron alcanzadas seriamente por estos proyectiles. Es como sí, en el último segundo, la piedra antes de alcanzar a un ser viviente, fuese como detenida por algo.

—Entonces, ¿quién detiene a la piedra? ¿Una especie de conciencia moral?

Una fuerza moral que proviene del inconsciente del que provoca dichos fenómenos.

—Una censura moral.

Así es. Uno de los fenómenos más interesantes es, precisamente, el de la penetración, cuando la materia atraviesa a la materia. En todas las civilizaciones y espacios de la Tierra hay informes sobre la manera en que trozos de piedra o guijarros se introducían en habitaciones cerradas. El fenómeno se vuelve visible en el momento en que las piedras se encuentran ya a unos veinte centímetros del techo, a través del que han pasado y luego se clavan en el suelo. No resbalan, ni brincan, sino que se quedan, de repente, clavadas. Y cuando se las toca, están calientes.

—Calientes porque acaban de atravesar la materia.

Sí; pero dígaselo usted a un físico. Aceptamos la idea de que esto sea posible, le contestará. Pero no entra en nuestro esquema, es algo completamente inexplicable para nosotros. Se trata, en el fondo, de un fenómeno de desmaterialización, seguido por una rematerialización. Para conseguir este pasaje y esta transformación se necesita una cantidad de energía igual a la de una bomba de hidrógeno. Es curioso, ¿verdad? , comprobar cómo dicha penetración sucede dentro de lo físico y fuera de ello. En efecto, se trata de algo provocado por la materia inanimada, pero los físicos no lo aceptan así, o sólo en parte, en la parte precisamente en que el fenómeno coincide con las leyes físicas. Lo importante para nosotros sería provocar un fenómeno así, con el fin de estudiarlo en laboratorio, lo que es sumamente difícil, porque la penetración de que hablamos está relacionada con el inconsciente. ¿Cómo provocar un fenómeno así? Habría una posibilidad, la de hipnotizar a un médium y darle una sugestión posthipnótica, en el sentido que nos interesa.

—¿Qué es lo que ha sucedido con Anne-Marie, la empleada del abogado de Rosenheim? ¿Estaba considerada como una persona enferma o normal?

Completamente normal. Poco después se caso, y ninguno de los fenómenos que habían causado su celebridad, porque la Prensa habló mucho de ella, ninguno de los fenómenos volvió a producirse.

—¿Y cómo se dio usted cuenta de que ella era la causa de dichos fenómenos?

Porque dejaban de producirse cuando ella no estaba presente. Y esto se producía a veces allí mismo donde ella se encontraba, en su familia, por ejemplo. Pero era menos frecuente. Era en el despacho donde Anne-Marie provocaba aquel terremoto.

—¿Y cuál era la causa? ¿Habría quizás un hombre, inconscientemente colocado en aquel espacio digamos privilegiado?

Tiene usted razón de preguntar esto, Anne-Marie mantenía buenas relaciones con el abogado, pero menos buenas con su padre, que era una persona autoritaria. ¿Se da cuenta? De cualquier manera, la posición de varios especialistas, en lo que al caso de Rosenheim se refiere, ha sido de las más curiosas. Hubo incluso un profesor de Universidad que publicó un artículo atacando fuertemente a la parapsicología, poniéndola en relación directa con la brujería y afirmando que, al llegar a tanta publicidad y a tanto ruido en relación con fenómenos de este tipo, podría perfectamente sostenerse el punto de vista de que "el Sol de la Ilustración se había levantado en vano sobre la Humanidad".

Fuente: "Piedras, Gritos y Susurros"
(*fragmento pertiente al Poltergeist de Rosenheim).
En Horia, Vintila (1975): Encuesta detrás de lo Visible.
Plaza & Janés

Pp. 81 -]85 - 87[- 88

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