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Franz Anton Mesmer

MESMER,
Hipnotizador de leyenda

Autor: Stefan Zweig*

EN VIDA DE MESMER, EL MUNDO HACÍA MOFA DE SU FE EN EL PODER DE LA SUGESTIÓN, PERO A LOS 150 AÑOS DE SU MUERTE ESA FE SE HA VISTO REVALIDADA.

***** Todos los nuevos campos de la sicología: hipnotismo, sugestión, Ciencia Cristiana, sicoanálisis, tuvieron su primer explorador en Franz Anton Mesmer, médico del siglo XVIII, descubridor de la sicoterapia, cuyo ingrato destino fue nacer antes de época y que durante más de un siglo se vio vilipendiado como charlatán. Yendo más allá de lo que imaginaba, mesmer descubrió, al igual que Colón, un nuevo continente.

*****Mesmer, al fortificar por medio de la sugestión la voluntad de curarse; Mary Baker Eddy, la fundadora de la Ciencia Cristiana, al conjurar el dolor y la enfermedad por el anestésico éxtasis de la fe; y Freud, al hacer que el paciente se percate del conflicto que oprime al inconsciente y permitirle así escapar a su dominio, han curado a cientos de miles de personas. La medicina contemporánea ha reconocido el hecho indiscutible de que toda sensación imaginada por anticipado, como la del dolor, tiende a convertirse en realidad y que, por consiguiente, la sugestión de una idea contrariasuprime a menudo el temor a la enfermedad, temor muchas veces tan peligroso como la enfermedad misma.

*****En los tiempos de Mesmer, el desdichado que sufría de un malestar nervioso o mental era tratado con purgantes y sangrías; a algunos se les azotaba hasta dejarlos inconscientes, o se les ataba a una rueda y se les hacía girar sin cesar hasta que arrojaban espuma por la boca. Cuando Mesmer logró aliviar esos males con su método "magnético", los médicos, que deberían haber sido los primeros en valorar su obra, declararon que eran cosas de charlatanería. Ha llegado el momento de rectificar el fallo.

*****Nacido en 1734 en las costas del lago de Constanza, Mesmer estudió durante un tiempo para recibir las órdenes religiosas, pero luego, trasladándose a Viena, se dedicó a la medicina y en 1766 obtuvo su título de médico. Como su matrimonio le había valido la independencia económica, no tenía interés en reunir más ducados con la práctica inmediata de su profesión y prefirió mantenerse al tanto de los nuevos descubrimientos en geología, física, química y matemáticas, y sobre todo cultivar el arte musical. Todos ensalzaban sus dotes intelectuales, su carácter humanitario, su generosidad y su amplitud de miras. Su solo aspecto físico impresionaba, pues era de frente ancha, porte digno, elevada estatura y noble presencia; además irradiaba salud.

*****En el verano de 1774 visitaban Viena un distinguido extranjero y su esposa. Ésta enfermó, pero sus síntomas cedieron al aplicar un imán a la parte dolorida. Al enterarse de este éxito, Mesmer se interesó profundamente por los imanes, hizo diversos ensayos por su cuenta y, con gran sorpresa, también él obtuvo resultados notables. La noticia se difundió con la rapidez del rayo y desde muy lejos comenzaron a fluir pacientes para consultar al mago que habitaba en las riberas del Danubio; todos ansiaban ser tocados por el imán milagroso. Antes de un año Mesmer era famoso en toda Austria.

*****Sin embargo, mientras otros aplaudían sus curaciones magnéticas, él comprendió que su punto de partida era falso: que no era la pieza magnética sino el magnetizador el mágico elemento de curación. Consecuencia de ello fue que a partir de 1776, Mesmer adoptó un tratamiento que consistía integramente en la sugestión y la hipnosis; el secreto fundamental de su éxito residía principalmente en su dominante personalidad.

*****A medida que aumentaba su fama, observó que sus colegas vieneses comenzaban a mirarle con recelo, y buscó un nuevo centro de operaciones en París, donde a los pocos meses se puso de moda el magnetismo o "magnetismo animal", como él dio entonces en denominarlo. Desde las primeras horas del día hasta cerrada la noche llegaban a su puerta, por docenas, las carrozas, literas y sillas de manos de sus aristocráticos pacientes. Había que reservar con varios días de anticipación un lugar en sus salas de tratamiento. ¡Aquello parecía el estreno de una ópera!

*****Los únicos enfermos que Mesmer excluía eran los que sufrían de llagas supurantes, los epilépticos declarados, los dementes y los imbéciles, pues comprendía que su método sólo podía aliviar los casos de desórdenes de las funciones nerviosas, pero no podía obrar milagros en aquellos en que la estructura misma del organismo marchaba mal.

*****Como todos los terapeutas de la mente, Mesmer se rodeaba de un ambiente de magia. Las ventanas de sus salones estaban cubiertas por cortinas para que no hubiera en el interior sino una luz crepuscular; espesas alfombras y colgaduras amortiguaban todos los ruidos; los espejos estaban colocados de forma que reflejasen una luz dorada; extraños signos astronómicos respondían al propósito de atraer la atención y dejar el espíritu insatisfecho. En el centro de la sala estaba la jofaina de las curaciones; presa de emoción, los enfermos se reunían en torno a este altar magnético. Les estaba prohibido hacer movimiento alguno o pronunciar una palabra. A una señal dada se formaba la "cadena magnética", en que cada uno tocaba las puntas de los dedos de su vecino a fin de que el fluido magnético pasara de un cuerpo a otro. De otra habitación llegaban las notas de un piano o los suaves tonos de un coro.

*****Por fin entraba en escena el propio Mesmer, tranquilo y solemne, irradiando serenidad en la perturbada atmósfera del círculo. Vestía una túnica color lila y llevaba en la mano una varita. A medida que pasaba junto a cada uno, se detenía para interrogarle sobre su mal y le tocaba con la magnética varilla a tiempo que fijaba en el paciente una mirada singular, penetrante e imperiosa. Junto a algunos pasaba sin tocarlos en realidad, y en tal caso se limitaba a dar una vuelta a su alrededor, trazando en el aire un círculo invisible cerca de la frente del enfermo o del punto afectado. Entre tanto los demás permanecían en respetuoso silencio, sin respirar casi, y no se oía otra cosa que los pasos del maestro o el suspiro que dejaba escapar algunos de los que formaban la cadena.

*****Por lo común al poco tiempo uno u otro de los circunstantes empezaba a temblar y el enfermo se ponía a transpirar o lanzaba un lamento o un alarido; otro paciente y luego un tercero eran presa de convulsiones, y pronto la escena parecía un aquelarre. Según la teoría de Mesmer, era preciso aguijar a la enfermedad para que llegase a su punto culminante a fin de que fuera expulsada del organismo por la transpiración y el cuerpo recuperase así la salud. En la sala de Mesmer se veían a diario las escenas más asombrosas: de pronto un hombre se levantaba de un salto y, rompiendo la cadena magnética, se declaraba curado; otro se arrojaba a los pies de Mesmer y besaba las manos al maestro; otros le imploraban que aumentase la intensidad del fluido magnético o le suplicaban que les tocara de nuevo.

*****Poco a poco fue ganando terreno cierta creencia en el mágico poder personal de Mesmer. Si salía a dar un paseo, le asediaban personas que sólo deseaban tocar sus ropas. Jamás médico alguno había alcanzado éxito y fama con tanta rapidez.

***** Durante cinco años su nombre fue el tema principal de las conversaciones. La agitada polémica que sus curaciones provocaba crecía a diario. En presencia del príncipe de Prusia y de todo el consejo municipal vestido de ceremonia, un viejo caballo fue solemnemente magnetizado en las calles de Charenton; en las fincas de los grandes terratenientes podían verse grutas magnéticas y brezos magnetizados; en las ciudades se formaban círculos secretos y logias clandestinas; a menudo los partidarios y los enemigos del magnetismo animal se enredaban a golpes en lugares públicos y hasta se batían en duelo en defensa de sus opiniones sobre la cuestión. Era aquélla una locura colectiva; todos sufrían de mesmeromanía.

*****Como médico honrado y recto, Mesmer deseaba proseguir sus investigaciones en aquel nuevo campo terapéutico, pero veía que su tratamiento magnético se había convertido simplemente en una cosa de moda y daba pie a las hablillas de muchísima gente.

*****No hay nada más peligroso para una ciencia naciente que su adopción por la sociedad elegante. Llegó el momento en que una comisión investigadora constituida por orden de Luis XVI declaró solemnemente que los asombrosos resultados del magnetismo se debían a la "imaginación". La comisión, desde luego, daba a esta palabra un sentido despectivo. No podían saber sus miembros que, más de un siglo después, pasado el apogeo del hipnotismo y la sugestión, el "magnetismo" habría de ser reivindicado por los partidarios del método Coué de autosugestión. La comisión informó al soberano que los procedimientos de Mesmer constituían un peligro para la sociedad.

*****Pocos años más tarde, la Revolución Francesa sepultó en el olvido a Mesmer y su obra; éste huyó a Suiza, donde llevaría una vida muy modesta. Todo cuanto deseaba era tener tranquilidad y un mínimo de recursos para proseguir su labor y someterla a pruebas y más pruebas, con la esperanza de que llegara a ser de permanente provecho para la humanidad. Su fin llegó el 5 de marzo de 1815.

***** Si bien la fama puede apagarse como una candela, no sucede lo mismo con una idea dotada de vida. En el transcurso del siglo XIX; el mesmerismo, culto de las muchedumbres, llegó a convertirse en cosa condenada por la ciencia. Pero unos pocos pensadores solitarios adoptaron la doctrina de Mesmer en Francia, Alemania e Inglaterra. Y hubo de pasar más de un siglo después de la muerte del hipnotizador para que la humanidad, a cuyo servicio Mesmer consagrara su vida, comenzara a comprender la importancia de éste. Mesmer fue el primero en acometer uno de los problemas más importantes de la época moderna y dio un paso considerable hacia su solución.

*****Es innegable que fue Franz Anton Mesmer quien reconoció el poder de lo que ahora llamamos sugestión y quien, aunque de manera rudimentaria, aplicó el primer método científico de curación mental, a despecho de las burlas y el menosprecio de que le hiciera objeto una ciencia mecanicista en exceso. Estos hechos bastan para darle un lugar en la historia.


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Palabras Clave:

Mesmer, magnetismo animal, hipnosis, sugestión, charlatán, reivindicación, psicología, psicoanálisis.

Autores:

Stefan Zweig..

Fuente:

* Tomado de: Selecciones del Reader's Digest, Volumen XLIX, Nº 295. Junio de 1965. Pp. 58 - 62. A su vez condensado de "Mental Healers".


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