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Albert Einstein

DIÁLOGO DE RACIONALIDADES
DE URANIA SCENIA & ITIPCAP

Ciencia & Religión en Albert Einstein

1.- La visión de Albert Einstein:

La ciencia ha moldeado una dimensión nuclear en el pensamiento del ilustre físico y pacifista. Él reconoce la importancia del saber y el rol fundamental de la ciencia para su aprehensión espiritual y consecución material. Valora por sobre todas las cosas y es reacio a renunciar al principio de causalidad universal - y a la legalidad asociada - en la determinación y explicación de los fenómenos naturales. Por otra parte, no es ciego ni a la importancia de las concepciones y prácticas religiosas en la vida de las personas y de las sociedades, ni a las contradicciones y tensiones gnoseológicas, fácticas y axiológicas que periódicamente se activan y disparan - cual reacción en cadena - ante un tema sensible de frontera borrosa.

"Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" - pareciera resonar en su conciencia -. Pero, el moderno Prometeo, que arrebatara a la Naturaleza con la fuerza de su Raciocinio el secreto de la Relatividad General y Especial, ¿podrá decidir ahora lo que le pertenece al César de la Ciencia y lo que es propiedad del Dios de la Religión?

La solución Einsteniana al conflicto está asentada en dos actos magistrales:Primero, diferencia y demarca conceptual y teleológicamente los campos de acción y límites de la religión y la ciencia. Esto contribuye, por una parte, a negar la autosuficiencia de cualquiera de ellas en los asuntos humanos; y, además, a identificar y evitar cualquier transgresión a la parte contraria. Segundo, desmistifica el origen de la religión, distingue niveles de desarrollo en su sociogénesis y sugiere lo propio con la ciencia. Einstein hallará un punto de convergencia espiritual en la cima evolucionaria de los respectivos campos sugiriendo que el posicionamiento de las sociedades (culturas) humanas en referido punto nos permitirá superar la relación antagonista entre ciencia y religión que es tributaria dela historia.

Para Einstein, la ciencia es "el empeño, secular ya, de agrupar por medio del pensamiento sistemático los fenómenos perceptibles de este mundo en una asociación lo más amplia posible. (...)es intentar una reconstrucción posterior de la existencia a través del proceso de conceptualización" o, de un modo más estricto, es "el pensamiento metódico encaminado a la determinación de conexiones normativas entre nuestras experiencias sensoriales". Produce directamente "conocimiento" e indirectamente "medios de acción" y dentro de su competencia sólo puede aclararnos la interrelación entre medios y fines, pero no definir valores ni objetivos últimos.

La religión, por su parte, "aborda la actitud del hombre hacia la naturaleza en su conjunto, estableciendo ideales para la vida individual y comunitaria, y para las mutuas relaciones humanas" e "intenta alcanzar esos ideales ejerciendo una influencia educadora en la tradición por la elaboración y difusión de determinados pensamientos y narraciones fácilmente accesibles (epopeyas y mitos) capaces de influir en la valoración y la acción dentro del marco de los ideales afectados". Siendo una tradición viva y gozando de legitimidad, puede hacer lo que a la ciencia le está vedado: servir de base a los objetivos y valores últimos de la comunidad de creyentes.

Pues bien, así como encontramos distintos grados de desenvolvimiento del espíritu de la cientificidad entre los científicos e intelectuales, hallamos también distintos grados y etapas de expresión del espíritu religioso entre los individuos y sociedades. Hay, en efecto, científicos que se comprometen con el conocimiento por sus valores prácticos, y quienes van más allá, al punto de merituar el conocimiento por el conocimiento mismo, por la Verdad. Y en la historia, hemos transitado de la religión del miedo (hombres primitivos y sociedades poco desarrolladas) a las grandes religiones morales (sociedades civilizadas) para dar expresión a un tercer nivel de espiritualidad que es el sentimiento religioso cósmico. Las características de este sentimiento son compartidas por las grandes personalidades de la religión, fundadores de religiones, profetas, herejes y algunos científicos que ven más allá de los dogmas establecidos. Es en este tercer nivel en el que los espíritus científico y religioso se encuentran y alimentan mutuamente sin interferirse.

Como vemos, Einstein no pretendía superponer la ciencia a la religión (o a la inversa), ni sustituir la segunda por la primera, ni fusionarlos en una extraña y forzada síntesis, ni abandonarlos a su suerte en compartimentos estancos y paralelos. La solución einsteniana puede leerse como la intuición de su "complementariedad" basada en el hecho de que ambas esferas - religiosa y científica - pese a cumplir cada cual las funciones propias, comparten una matriz espiritual común - y, en la medida que esta esencia se va demultiplicando (y diversificando) en la espiral de las formas y propósitos histórico - culturales, recomienda mantener la primigenia complementariedad de los niveles superiores y abstractos en los niveles intermedios, básicos y concretos, como potencial cooperación: "La ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia, ciega" - es su síntesis.

La solución de Einstein - creemos - es de planta alta y no de primer piso; evolutiva y no inmediata. Exige un cambio en el modo de pensar, hacer y vivir la ciencia y la religión. Simplificando las cosas cabría señalar que quizás resulte más sencilla de adoptar por el científico - tipo que por su contraparte religiosa dado el coste cualitativo que demanda del segundo frente al cuantitativo que exige al primero. Mientras que al científico exige incrementar su apertura mental, su cuota de tolerancia y compromiso con el Saber al punto de dejarse arrebatar por lo desconocido - el factor X- más allá de sus intereses prácticos -, al segundo plantea relativizar - por si no abandonar - sus formas y mitos para adentrarse en el espíritu supremo de la religiosidad.

Para ilustrar lo dicho basten dos ejemplos: Primero, la "transubstantación" - el dogma católico que afirma la transformación del pan y el vino de la Eucaristía en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, no sólo a nivel "simbólico", espiritual, sino a nivel "físico-químico", real, difícilmente recibiría el espaldarazo científico. Segundo, el origen del hombre por evolución sin propósito ulterior, difícilmente entusiasmaría a los Cristianos. La recomendación de Einstein es que se eviten conflictos entre religión y ciencia "cuando surgen en temas que, en realidad, no son esenciales para la consecución de los objetivos religiosos" - y científicos - podríamos añadir; pero - nos preguntamos - ¿no son los anteriores "temas fundamentales" de los respectivos credos? ¿Qué posibles mediaciones no-tensivas se pueden interpolar entre los dos?, ¿qué juegos de lenguaje o de niveles de lectura estarán implicados?; después de todo, ¿se justifican en sí mismos los resultados de estas manipulaciones?

Para dar cuenta de cuestiones como las planteadas, Einstein no ubica su solución en el primer piso (doctrinas de base) sino en la segunda planta. Su solución, ya lo vimos, exige una movilidad de las partes que cuesta asumir, pero que cuando se da el paso crítico no sólo libera a uno u otro de su estancamiento, osificación y crisis, sino que disuelve la supuesta incompatibilidad por artificiosa e ilusiva.

Enviado por: Eduardo Mendoza M.
Junio 01, 2006.

 

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